Luego de la elección del cinco de junio en Tamaulipas –y sus resultados–, emergieron dos PAN. Uno, el conciliador, el negociador; el otro, el duro, de choque. El primero, se avizora, tiene una visión de auténtico partido: se asume como oposición y construirá un proyecto alternativo; el segundo, actuará en función de intereses de grupo y apostará todo al fracaso del gobierno que encabezará Américo Villarreal Anaya independientemente de que la IV T enarbole programas de beneficio para la sociedad tamaulipeca.
Uno tiene su asiento en Reynosa; otro, en Tampico y está siendo capitaneado por el jefe edilicio porteño, Jesús Nader y panistas de viejo cuño.
(De hecho, el PAN del sur, es el más sólido ideológicamente en el estado. No ha sido como la corriente azul fronteriza que han conformado un partido de cuadros; se puede decir, que el albiazul sureño, ha sido desde los años ochentas, una organización política de masas. Eso lo consigna muy bien, el sexenio de Américo Villarreal Guerra, que sintió en las calles del puerto, a miles de militantes de ese partido en contra de la Ley de Educación).
El otro, es apuntalado desde Reynosa y el Senado de la república, por Ismael García Cabeza de Vaca.
El ex candidato del PAN a la gubernatura, Truco Verástegui, embona más bien con el panismo del sur; se ha distanciado del panismo fronterizo, desde el final de los comicios de junio. No está de acuerdo del todo, con la estrategia de ir a todo trance contra Villarreal Anaya.
En el futuro inmediato, se percibe un bloque entre el panismo tampiqueño y el panismo de la región que conforma Mante como cabecera política.
La disputa por el control del Comité Directivo Estatal (CDE) panista, por el momento, está en manos del panismo de confrontación. Evidentemente: el liderazgo de facto del PAN, sigue estando en manos del gobernador. Y será este factor, y no otro, quien establezca los términos de la renovación de la dirigencia de su partido.
No habrá, más posibilidades: será líder, quien sea palomeado por el panismo reynosense.
Desde hoy, hasta el primero de octubre, esas serán las reglas.
Después del arribo de Villarreal Anaya, el escenario será otro para ambos afluentes azules.
El panismo de pleito tabernero, se achicará.
No sólo porque será acotado por los grupos albiazules del sur y de Mante. Será arrinconado, también, en el Congreso local: se atemperarán los dimes y diretes, entre los diputados panistas y los legisladores de MORENA. Por una razón fundamental: el panismo de diálogo y pacto, se distanciará –aunque no del todo– de los parlamentarios de rompe y rasga que apuestan a obstaculizar toda propuesta legislativa por el sólo hecho de provenir de la IV T.
Otro factor que se desgajará del azul de guerra, es el grupo de alcaldes que no en su totalidad se afiliarán a los llamados a la cruzada frontal contra el lopezobradorismo en la gubernatura.
Hoy, algunos jefes edilicios están buscando acercarse al Ejecutivo estatal electo.
No se percibe esa acción como una retirada del PAN; más bien, se ve como la disposición de algunos alcaldes, para trabajar institucionalmente con un gobernador que no es de su partido, pero representa a todos los tamaulipecos.
El panismo reynosense, está en proceso de minimización.
Rema en un escenario de aguas turbulentas, con cierto agotamiento.
¿Cuánto durará la táctica bélica del panismo fronterizo en la nueva recomposición de fuerzas en la entidad?
Se desconoce.
Sobre todo, porque está en función del trabajo y el acuerdo políticos a los que pueda llegar la administración morenista, con ambos panismos.
Si se utiliza la mano franca y el diálogo, las querellas irán desapareciendo –o disminuyendo–a la par de sus promotores.
Si hay ausencia de operación y acuerdo, veremos un paisaje de crispación y de dientes apretados, de larga duración.