En mis añorados madriles esta mañana de miércoles ha comenzado formalmente la histórica reunión de los jefes de estado de los países miembros de la OTAN. Ayer martes fue día de protocolos, fotos, besamanos y cena en el Palacio Real y hoy ya los que trabajan en estas reuniones se han puesto a trabajar. Eso de trabajar es un decir para el negociar, ceder, transar y conceder prebendas para conseguir alianzas. Y estos señores se adelantaron desde el martes.
El primer gran triunfo de Occidente en este cónclave se dio justamente ayer y es de trascendencia: Turquía, el único socio que se oponía al ingreso de Suecia y Finlandia al pacto militar de Occidente retiró su veto importante puesto que todas las decisiones del OTAN deben ser tomadas por unanimidad. El ingreso al club armado de Occidente de Suecia y Finlandia, países de escasa vocación bélica, es un mensaje de advertencia y cerco al desalmado gobierno de Vladimir Putin. Y de paso a China, que hasta hoy no ha aquerido, como no ha querido el presidente López, unirse a la condena de la invasión de Ucrania por el oso ruso.
Se había previsto una visita de Wolodomyr Zelenski, presidente de Ucrania, a la reunión madrileña; se ha desechado por motivos de seguridad. Ya bastante trabajo tienen la Guardia Civil y todas las policías españolas para resguardar a los jefes de estado de los 30 países miembros del organismo, además de Suecia, Finlandia y Corea del Sur.
A pesar de la ausencia de Zelenski -que podría darse por videoconferencia- Ucrania es la pieza central de esta reunión y lo que le hace histórica. Desde su creación en 1949 como el bloque armado occidental frente a la URSS y sus aliados de la Europa del Este, la OTAN nunca había tenido una cumbre en tiempos de una guerra activa. Hoy, mientras se habla de paz y democracia en Madrid las bombas rusas caen sobre las ciudades, escuelas, supermercados y casas habitación de Ucrania. Desde la crisis de los cohetes nucleares en Cuba el mundo no había estado tan cerca de una nueva confrontación mundial. Y eso lo saben Joe Biden, Vladimir Putin, Xi Ping y todos los sentados a las mesas de Madrid.
Para proteger la paz hay que preparar la guerra es una frase que se atribuye a Julio César. En realidad está contenida en el más importante de los dos libros de Publio Flavio Vegecio, de finales del siglo IV de nuestra era, conocido como De re militari. Reza: Si vis Pacem para Bellum.
Desde 1945 y el fin de la Segunda Guerra Mundial el mundo, ha tenido que resignarse a vivir en un mundo que incesantemente hace guerras pequeñas para evitar la guerra grandota. Además de ser un movimiento perpetuo que alienta las tensiones internacionales ese juego que tanto se parece a lo que llamamos la ruleta rusa, es la columna vertebral de un motor indispensable de la economía contemporánea, la fabricación de armamento. Así se juega este acertijo, a la orilla del agua: ¿quien tienen la pistola más grande y el miedo mayor de que se le use?
Jens Stoltenberg, Secretario General de la OTAN y noruego por cierto, lo dijo a propósito de la próxima inclusión de Suecia y Finlandia al organismo: Putin no quería saber nada de la OTAN. Ahora la tiene en sus fronteras.
PILÓN PARA LA MAÑANERA (porque no me dejan entrar sin tapabocas): No hay palabras para expresar lo que uno siente ante la noticia de medio centenar de personas muertas de asfixia y calor empacadas como sardinas en la caja de un tráiler abandonado en las afueras de San Antonio Texas. ¿Estupor, rabia, ira, asco, impotencia, dolor? Todo ello sin duda. Pero no dejemos el raciocinio fuera. Pensemos en el hambre y el miedo que lanzó a esos braceros en busca de trabajo y pan para sus madres o hijos. También dediquemos un minuto a la corrupción. Ese tráiler llegó de México con su carga fatal sin que ningún retén o patrulla le detuviese. Pero ese tráiler pasó la “rigurosa” inspección en Eagle Pass, McAllen o Laredo, me da lo mismo. Y pasó el filtro de migración a veinte millas de la línea. Y todos los eventuales puestos de control migratorio. La palabra es corrupción. De ambos lados de la raya.