El lodazal en que se ha metido la sociedad norteamericana con la decisión de su Suprema Corte de justicia revirtiendo la decisión de esa misma corte, pero en 1973, para proporcionar a las mujeres el derecho a abortar sin penalización, está salpicando además a la sociedad entera -embarazadas o no- y los polvos que deje luego se esparcirán ampliando las consecuencias.
El dictamen de seis jueces contra tres metiendo reversa a la decisión del juicio de Roe vs. Waden tiene muchas implicaciones además del afán presuroso de gobernadores conservadores, como el de Texas, de instrumentar las leyes que persigan a los médicos que practiquen la interrupción del embarazo.
En primerísimo lugar, las nuevas disposiciones son discriminatorias. Le diré. El dictamen no prohíbe el aborto: lo deja a criterio de las legislaciones estatales. De esta manera, estados de alta densidad demográfica y mucha presencia de población hispana, como California, Illinois u Nueva York, que en sus legislaciones locales ya han legalizado la posibilidad de solucionar esa penosa situación, además de otros 20 o 25 estados menores, se convertirán en el santuario del aborto.
El problema es que solamente las mujeres con recursos económicos pueden tomar un avión de Dallas e irse a Los Angeles “a aliviarse”. Las de menores recursos regresarán al infierno de los abortos provocados en la cocina, con los más agresivos y antihigiénicos instrumentos en manos no necesariamente calificadas que pueden provocara la muerte. Esa es una salpicadura trágica. Las hay legales.
El complejo sistema jurídico norteamericano, que preserva realmente la autonomía de los estados frente a la federación, hace que cruzar la frontera con alguna cosa que se considere causante de violación a la ley sea un delito serio. Lo mismo el envío de esos instrumentos por correo.
Entre los objetivos de los nuevos Savonarolas están la píldora del día siguiente, que los conservadores consideran abortiva cuando es un anticonceptivo retrasado: no interrumpe un embarazo, impide que se realice. Los médicos de estados antiabortistas dejarán de recetar por internet y enviar por correo dichas píldoras. De la misma manera, y con la mentalidad moralina que inspiró a la nueva Suprema Corte, la puntería está en contra de los avances que en materia de tolerancia hacia la conducta sexual individual celebraron apenas el domingo los desfiles las comunidades LGB… etcétera. Las manifestaciones de afecto entre homosexuales serán reprimidas en muchos estados. Ya no se diga el matrimonio entre personas del mismo sexo o -Jesús del huerto- la adopción de hijos por esas parejas.
Toda esta suerte de salpicadas del lodo abona a la campaña de Donald Trump para volver a las presidencia de los Estados Unidos en el 2024. Su estrategia es, y siempre ha sido, la división de la sociedad de una manea maniquea: blancos y negros, mis seguidores fieles y ciegos y mis adversarios a los que hay que destruir. Un curso muy semejante al que escuchamos todas las mañanas desde Palacio Nacional en México. Divide y vencerás no es un precepto que se haya inventado la semana pasada. Pero de que sigue siendo efectivo, sigue.
Los polvos que muy pronto, con esta sequía, van a emanar de este fango, no tardan en cruzar la frontera sur. Los grupos retrógradas están afilando navajas ya para lanzarse a la cruzada anti aborto y homofóbica que siempre han cultivado bajo el manto de su lema pro vida.
Y si no, de mí se acuerdan.
PILÓN PARA LA MAÑANERA (porque no me dejan entrar sin tapabocas): Todos debemos tomar postura ante los supuestos insultos, supuestos porque yo no los he visto, a Jesús Ernesto López Gutiérrez en estos días. Cualquier agresión o insulto al hijo menor del presidente López por su aspecto físico en las “benditas redes sociales”, o en cualquier otra parte, es una marranada producto de mentes podridas y bajas. Es un acto ruin y despreciable que debe ser condenado por todo ser pensante en nuestro país, especialmente por aquellos que difieren de pensamiento, palabra y obra del presidente Andrés Manuel. Eso, simplemente no se vale. Ahora, no debemos dejar fuera la probabilidad de que sea una sucia provocación de algún insane lopezobradorista, para poner a su líder en el papel de víctima, en el amparo que da el anonimato de este medio.