Solo seis personas en la reunión. Se trata de un pesado. Tiene información de primera mano. Pertenece a la nomenklatura nacional.
Todos los consejos son mandamientos. El conocimiento de sus palabras es el salvoconducto. Atestigua sin pérdida de tiempo.
Guajardo premia a sus interlocutores. Inviertan en Zuazua, Ciénega de Flores y Marín. Son los próximos terrenos del “Silicon Valley” mexicano. Ya tiene 10 mil hectáreas, fantochea.
Compren a precio de ganga. Vendan a costo de oro. Yo se lo digo. Les garantizo paso seguro rumbo a Austin. Los seis entreperneurs sonríen.
El ex secretario de Peña Nieto, diputado federal y ex coordinador de la frustrada campaña estatal por la gubernatura de Nuevo León, guarda información de Pegasus, del Telmec, de las intrigas palaciegas en la cámara alta.
Privilegia la amistad con el defenestrado Scherer. Su enlace de confianza con MORENA. Hasta el punto de inflexión para invitar a contender por las siglas de la 4T.
El fiel al PRI. Eso cree. Ninguna derrota es para eterna. Jacta el poder sobre Clara Luz y Abel Guerra.
Flores Carrales conoce, está por encima de Guerra. Le lleva mucha ventaja y colmillo. Se ha sentado a negociar con los principales de las células de su municipio y del estado.
No tiene miedo.
Guerra es distraído. Por minutos pierde de vista el dispositivo móvil. Sus invitados buscan entre las mesas, los sanitarios y en los enceres de los músicos.
El jardinero los guía a un rincón donde colocó el diputado su móvil.
Suspira aliviado. La nación conserva, por segundos, la tranquilidad de los consejos de Guajardo.