Lo harán desafiando el clima infame de Monterrey. Sus comparsas engalanadas por músculos al sol. Aceitada la estructura política. Una vez al año son visibles. La verbena a lo largo de la avenida Pino Suárez hasta la Gran Plaza.
En el templete, los supervivientes al desencanto de una ciudad aletargada y grotesca.
Resistentes al desdén y la indiferencia, la comunidad LGBTI, le dará el impulso a sus gestores.
A quienes detrás de toda la organización, son los interlocutores de facto, con los tres entes de gobierno.
Desde el nacimiento de las primeras marchas regiomontanas, sus promotores han pasado por situaciones dolorosas y complicadas.
Lucha codo a codo contra la hegemonía del panismo tradicional. Aquellos siniestros de doble moral. Censores y confesores de la peor calaña.
Muchos de ellos ya retirados de la vida social. Sus apocadas y desventuradas lecciones de vida no fueron pragmáticos para la generación de negociantes en lo oscuro.
A Nuevo León le hace falta la oportunidad de fórums, conferencias, mesas de análisis y de discusión, con cada uno de los integrantes de los colectivos minoritarios.
Dotar a los elementos policiacos del bagaje necesario, para evitar la mofa, la burla soez y el invento de cargos, como alterar el orden.
Entonces, como hoy y mañana, la marcha del pride gay, no será necesaria. Educados y tolerantes, necesitamos regiomontanos de avanzada.