Dime, lector: si tuvieras un rancho en Linares, Hualahuises o Allende, ¿desviarías agua de un río para crear ilegalmente tu represa particular? ¿Construirías tomas clandestinas?
¿Lo harías con total indiferencia si supieras que a la presa El Cuchillo le queda agua para muy pocos días? ¿Te daría igual a sabiendas de que Nuevo León sufre la peor sequía de los últimos 30 años?
La mayoría de los nuevoleoneses no cometeríamos esta canallada. Pero hay algunos rancheros, empresarios, ganaderos, que lo hacen cínicamente.
Y se ríen no sólo de la autoridad, sino del resto de los habitantes de Nuevo León. Son los forajidos del agua. Los aguachicoleros.
Estos ladrones, sinvergüenzas sin corazón, picaban las tuberías, desviaban el cauce, ponían diques para aprovechar el agua que es de todos, a fin de usarla para sus fines particulares.
Algunos de estos fines era embellecer el paisaje de sus fincas, ver el atardecer reverberando en sus embalses ilegales, bañarse en una laguna secreta. La estética de la criminalidad. ¡Váyanse al carajo!
Ahora que el gobernador ordenó que esa agua ya no sea robada, que se tapen las fugas intencionales, que se clausuren las represas ilegales, que se pongan válvulas para evitar el desvío del líquido vital, y abastecer los hogares de los nuevoleoneses, ha comenzado una campaña mediática para condenar no a los dueños de estos ranchos, sino al propio gobernador.
Así que lo diré con todas sus letras: tan criminales y sinvergüenzas son los ladrones del agua, como quienes crean contenido en redes sociales para criticar estas acciones que emprende la autoridad estatal.
Recapacitemos que mientras menos agua se desperdicie en estas canalladas, más agua habrá en la red de distribución que llegue a nuestras casas.
Cada vez que el lector abra la llave de su regadera o su lavabo y no salga ni una gota, roguemos por que llueva lo suficiente, y al mismo tiempo mentémosle la madre a los ladrones de agua, a los aguachicoleros.
Es sequía, es saqueo, y, porqué no decirlo, es sacrilegio. El agua, como la vida, es sagrada. No la desperdiciemos.