Toda la historia de la sociedad humana,
Hasta la actualidad,
Es una historia de la lucha de clases.
Karl Marx
Cuando el presidente López tiene la intención de enviar un mensaje sustantivo, de fondo ideológico o definición programática, ordena que alguno de los jilgueros comparsas que en parvada acuden a las llamadas conferencias de prensa de cada mañana, disfrazados de periodistas de algún inexistente portal informativo de las redes sociales, y generalmente en Palacio Nacional, le haga una pregunta insustancial sobre cualquier tema. Sin pretexto alguno el presidente lanza una perorata generalmente larga, para establecer los fundamentos de su manera personal de gobernar y dar a conocer con claridad su ideología.
Ayer hizo una de esas preocupantes definiciones. Comenzó por descalificar a quienes han señalado con razón en diferentes ocasiones, que uno de los problemas principales de la deficiente recaudación del estado mexicano reside en la evasión fiscal que la economía informal en nuestro país propicia. La mera sugerencia de establecer mecanismos de registro y censo que permitan obligar a ese numeroso sector de la población económicamente activa fue rotundamente rechazado por el presidente.
Según él, el problema es que los ricos no pagaban impuestos, aprovechando en su beneficio los defectos de la legislación fiscal: no pagaban ni un centavo. Si esto es cierto -que no lo es- el desarrollo económico de nuestro país en los últimos ochenta años, la transformación de una economía rural retrasada que dejó la Revolución, a una esforzada estructura e industria pujante, se la deben los mexicanos a la clase media, cautiva para el pago de sus obligaciones fiscales que ambos polos extremos de la escala social incumplen.
Por naturaleza, la economía formal evade, además de los impuestos, la posibilidad de ser contada, aunque se estima que más de la mitad de los mexicanos económicamente activos están en ella, y son millones de hombres y mujeres. Instituciones tan serias como el INEGI afirman que la economía informal contribuye alrededor del 25 por ciento al producto interno bruto de nuestro país. Esos “viene-viene” a los que se refirió concretamente el presidente y muchos otros que “buscan de alguna manera ganarse la vida”, pueden dejar de pagar impuestos, porque la cuarta simulación ya acabó con la evasión fiscal de los grandotes. Por lo menos el presidente López afirma firmemente que ahora los ricos sí pagan impuestos, que ya los metió en cintura.
Obviamente, la simple apreciación presidencial de política económica debe generar entusiasta regocijo entre ese amplio sector de la población, que desde luego forma parte de los seguidores ciegos del presidente y su patrocinado movimiento político. Pero aquí hay algo de mayor sustancia que la compra del voto.
No es la primera vez que el presidente explícitamente se pronuncia por una política de lucha de clases. “Primero los pobres” es más que un slogan de campaña o una expresión de empatía social; no es una fórmula incluyente en búsqueda de unos mexicanos iguales y menos pobres: es una definición que conmina a tomar partido, a ponerse de un lado en la lucha de clases que promulgó Marx y Lenin llevó a una realidad en el poder en 1917 en Rusia. Es un movimiento constante: burgueses contra proletarios, burgueses entre ellos, el gran capital contra los burgueses. Hasta la conquista del proletariado.
Asiento, lugar y tabla: ¿de qué lado queremos sentarnos en esta lotería que la historia ha etiquetado ya como un juego anticuado, perverso, anacrónico y perdido?
PILÓN PARA LA MAÑANERA (porque no me dejan entrar sin tapabocas): La triste realidad nos ha dejado una paradoja lánguida. Bruce Willis, el duro de matar, el fuerte triunfador de mil batallas cinematográficas, el marido de un cuero de mujer llamada Demi Moore durante 20 años, ha sido vencido por una enfermedad llamada afasia. En ella, lo primero que se pierde es el habla. Paradójicamente, la última grabación de su voz que podemos escuchar es la del anuncio de una cerveza mexicana: “Con el sabor no se juega. I speak en serio”.