El PRI recuperó el poder en 2012 porque gobernaba 22 estados; Felipe Calderón era un presidente débil y las oposiciones controlaban el Congreso. Con las cuatro gubernaturas obtenidas el 5 de junio, Morena iguala aquella cifra. Una vez más se demostró que el mayor activo político del partido guinda es Andrés Manuel López Obrador (Peña Nieto era un lastre para su partido), cuya aprobación supera el 62%. En este escenario y de acuerdo con la intención de voto, la Cuarta Transformación tendría seguro otro sexenio en Palacio Nacional. Los favoritos para suceder a AMLO son Claudia Sheinbaum, Marcelo Ebrard y Adán Augusto López.
Después de perder Hidalgo y Oaxaca, el PRI cerrará el año con dos gubernaturas. En Durango ganó una coalición. El PAN fue derrotado en Tamaulipas y Quintana Roo, lo cual reducirá a cinco entidades su presencia territorial. Movimiento Ciudadano (MC) gobierna Nuevo León y Jalisco. Morena ganó la presidencia sin tener un solo estado. Las circunstancias, empero, son distintas. El PRI, PAN, PRD y MC llegarán a la sucesión de 2024 menguados y con un máximo de nueve gobernadores. Coahuila y Estado de México elegirán a los reemplazos de Miguel Riquelme y Alfredo del Mazo el año próximo.
El fracaso de la coalición Va por México en las dos últimas elecciones de gobernador prefigura su derrota en las presidenciales. Claudio X. González, el propagandista más visible de la alianza PRI-PAN-PRD, lo sabe. El 26 de mayo, en el marco de una reunión con mujeres, el empresario declaró que, para vencer a Morena, Movimiento Ciudadano debe sumarse al frente opositor. «Solo así se gana». Sin embargo, el líder del partido naranja, Dante Delgado, ha preferido jugar solo. El año pasado obtuvo Nuevo León con Samuel García. Además, en la carrera presidencial el alcalde emecista de Monterrey, Luis Donaldo Colosio Riojas, es el tercero en la intención de voto después de Ebrard y de Sheinbaum.
El triunfo más divulgado de Morena en los comicios del 5 de junio ocurrió en Hidalgo. No solo porque desplaza al PRI de una posición estratégica, sino porque exhibe la venalidad e incompetencia de sus líderes. La victoria de Julio Menchaca pone contra las cuerdas a la de por sí frágil mancuerna de Alejandro Moreno y Rubén Moreira. También marca el fin de la carrera política de Carolina Viggiano, cuya candidatura unificó en su contra a tirios y troyanos, al gobernador Omar Fayad y a su propio partido. Hidalgo no es Coahuila. La tierra de Javier Rojo Gómez plantó cara al moreirato y lo expulsó a fuerza de votos.
Los tambores de guerra vuelven a sonar en el PRI. Ulises Ruiz, exgobernador de Oaxaca, pide las cabezas de Moreno y Moreira por la humillación y por anteponer sus intereses a los de un partido decadente y sin credibilidad. La fuga de cuadros provocada por la imposición de Moreno en la presidencia del PRI, en 2019, se extendió a Coahuila. El avezado operador electoral lagunero Mario Cepeda amagó con reforzar a Morena en las elecciones del gobernador del año próximo. Después de recordarle en columnas su pasado y lo mucho que pondría en juego, se retractó. Sin embargo, sembró la duda.
En un país con auténtico Estado de derecho, Moreno y Moreira estarían hoy bajo proceso y no al frente de un partido que, aun en vías de extinción, es la tercera fuerza política nacional. Los exgobernadores de Campeche y Coahuila son acusados de desviar recursos del erario. El fracaso del 5 de junio representa el golpe de gracia para la cúpula priista. Rubén Moreira era visto como un operador electoral imbatible. En Coahuila lo fue porque tenía poder, presupuesto y a un sector de la prensa a su servicio. Su yo falso, de perdedor, desvelado por su hermano Humberto, lo ocultó con prestidigitación.