Hojeando el Diccionario Filosófico de Voltaire, noté un artículo que me recordó mi fascinación por el mito de los vampiros. El monstruo parece ser universal, las variaciones son muchas, y pocas tienen que ver con el seductor vampiro que explotó el cine. Algunos vampiros chinos, por ejemplo, mueven a morirse de risa, no de terror. No todos comen sangre; algunos sólo son depredadores de las alacenas de sus víctimas. Hay vampiros muy honorables, como aquel que resucitó sólo para pagar una deuda: pagó y regresó a su tumba en ayunas. Otros hay con notables problemas mentales, como esos monstruos de Europa Oriental que no se conjuran con una cruz sino con unos puñados de semillas de mostaza. Las semillas son esparcidas en la entrada de las casas y el hambriento pero obsesivo cadáver no soporta pasar encima sin contarlas, una auditoría que le llevará hasta el amanecer. Voltaire seguramente se divirtió escribiendo el artículo. Un monstruo que es a todas luces un mito y que, sin embargo, fue consignado como un hecho en tratados y hasta en documentos legales.
Es notable cómo algo irracional se impone a la razón. Mi tocayo Voltaire dice: “Después de la maledicencia nada se comunica tan rápidamente como la superstición, el fanatismo, el sortilegio y los cuentos de aparecidos”. La maledicencia siempre es prioritaria, tal vez porque es más divertida y terapéutica. Esto lo comprueba la festiva queja de nuestro gobernador García sobre las “mentadas de madre” en su contra, ahora universalizadas por él mismo. Su señora madre puede estar tranquila, son mentadas a madres tan míticas como los vampiros. Quien debe preocuparse es el hijo, porque las mentadas son el recurso último de la impotencia del mexicano. Después de una mentada, ya no hay muchas maneras racionales ni verbales para expresarse. Y cuando la maledicencia ya no funciona suele elegirse algo más contundente.
Sin embargo, el gobernador García tiene toda la razón, al menos en lo que se refiere al agua. Él no causó la escasez ni puede dar soluciones definitivas en tan poco tiempo. Pero tampoco el “Bronco” es culpable, no del todo. Excluido del conclave de emergencia de exgobernadores “asesores”, no puede decir mucho desde su lecho de enfermo. Entrar en esa polémica afectaría su estrategia extraoficial de defensa: la compasión. Estamos contando lo inmediato cuando el rezago en el abasto de agua ya es tan legendario como los vampiros. Creo que desde El Cuchillo ningún gobierno se ha tomado en serio ya no digamos el abasto, tampoco el mantenimiento de la red de agua potable y drenaje en el área metropolitana. Los “regios” llevamos muchos años tomando agua en chiquihuite. Eso es la red de agua potable metropolitana: un enorme chiquihuite. De poco sirve la construcción del nuevo acueducto desde El Cuchillo, si bajo nuestros pies el agua se desperdicia. Una gota fugada ya es un exceso. Demos gracias a Dios que no estamos sobre tierras ligeras ni solubles, o estaríamos llenos de boquetes, sumideros, y en un descuido hasta cenotes.
Insisto, el gobernador García tiene razón: él no es el culpable. Pero tampoco intente confundirnos, porque los usuarios, su gran mayoría, tampoco lo son. Y es verdad, Conagua es la administradora federal de ese recurso, y no he visto a Conagua proponiendo soluciones urgentes, puro pian pianito. En lo que se equivoca el joven Samuel es en querer sacudirse la responsabilidad. Las mentadas son por lo que el joven gobernador sí es responsable: la distribución equitativa y puntual del agua disponible. Ningún plan puede tener éxito si se modifica sobre la marcha y sin considerar a los usuarios, que deben ejecutarlo no padecerlo. Los ciudadanos no se oponen al racionamiento sino a la forma cómo lo aplican. Los ciudadanos no culpan al gobierno de la sequía, se indignan porque Conagua no es rigurosa con particulares y empresas vampíricos que se apropian de un recurso que no les pertenece. No se trata de “a ver si quieren cooperar”, se trata de que no se les puede mantener invariable una concesión sobre un recurso en tanto sus verdaderos propietarios carecen de él. Dinero y tinacos donados no son una solución, ni un paliativo, son una limosna. No nos están haciendo un favor. El arqui Barragán ya profetizó ante los diputados locales que la crisis seguirá mientras no llueva. ¿Por qué sólo los usuarios domésticos y pequeñas empresas y comercios deben rezarle a San Isidro o sacar en procesión al Señor de la Expiración? El usufructo de un recurso vital, que además es un derecho humano, no debe ser económico, al menos no si afecta a quienes son los legítimos propietarios de ese recurso. Pueden vender refrescos, agua purificada y cheves en Tumbuctú a precios de oro líquido, pero aquí no. ¿No pueden reducir operaciones y esperar a que llueva, junto con todos los nuevoleoneses? El agua se acabará cotizando más cara que el propio petróleo.
Lo de hoy ya no son los vampiros. Los monstruos satánicos ya no mascan sus mortajas hinchados de sangre. Ahora son hidrópicos empresarios que chapotean en sus piscinas de Rico McPato y entripan de agua los jardines de sus clubes. Diga lo que diga el arqui Barragán a los diputados, a los medios, o a su confesor, el inestable plan de “Agua para Todos” está beneficiando a empresas procesadoras y embotelladoras de agua y derivados. La gente bebe refresco o agua purificada. Hasta la venta de botellitas de agua es limitada. No hay mucha confianza en la potabilidad del agua de la llave. Ni rezándole a san Abraham Van Helsing logramos conjurar esa monstruosidad, porque ni el gobierno federal, ni el estatal, y mucho menos las pandillas del Congreso estatal, se atreven a clavar una estaca en el corazón de las concesiones de agua. Esto también es “huachicoleo”, no sólo las presas clandestinas.
El epílogo de esto es previsible: una historia clásica de zombies regios: cadáveres enjutos, sedientos, hediondos, astrosos y polvosos. Lo bueno de todo esto es que el gobernador García podrá estar tranquilo. Como tenemos que ahorrar hasta la saliva, ya no habrá más mentadas. No se acaban, sólo las guardamos pacientemente… También para cuando llueva. ¡Menuda tormenta nos espera!