La semana pasada, en el marco de la reunión del Foro Económico Mundial en Davos, Suiza, entre las múltiples ponencias, un panel de autoridades de economías emergentes expresó su pronóstico geopolítico.
En general, la actual situación mundial que analistas describen implica no sólo una acelerada competencia entre potencias, sino además una “fractura” de las relaciones internacionales.
Los participantes del panel fueron el Presidente de Polonia, los Ministros de Relaciones Exteriores de Finlandia, Arabia Saudita, Pakistán, y España, y un Congresista de EUA.
Entre sus opiniones destacó: la estructura del sistema de seguridad europea ha colapsado y desaparecido, junto con los protocolos de guerra; todas las naciones se sienten amenazadas por alguna otra nación; guerra y confrontación no es la respuesta a ninguno de los actuales retos; nos encontramos en una “situación difícil” mientras las dos principales economías [EUA y China] se enfrentan, y se nos pregunta con quién de los dos preferimos estar; diversidad de opiniones y posicionamientos deben coexistir; todos queremos un orden basado en reglas internacionales, sin “excepcionalismo”; estamos en un punto de inflexión; diálogo y cooperación multipolar debe ser el enfoque.
Mi análisis y prospectiva: Las marcadas diferencias entre potencias del Este y Oeste han sometido al mundo a una constante práctica de la diplomacia coercitiva.
Si bien los principales conflictos bélicos y de lucha de poder se concentran entre las potencias globales, las economías emergentes no son ajenas a sus impactos económicos y a la división de bloques que provoca.
Por ende, las estrategias de política exterior están tomando mayor relevancia no sólo para mitigar riesgos, sino también para fijar una postura que facilite la viabilidad de su proyecto nación.
Además, la globalización de las últimas décadas ha permitido que la mayoría de naciones mantengan tratados y relaciones comerciales a la vez con las principales potencias globales como EUA, China, Rusia, o Unión Europea.
Sin embargo, existen al menos tres disyuntivas que los gobiernos de economías emergentes se ven obligados a reflexionar, pero que prefieren evitar.
La primera, aislar a Rusia del comercio internacional y vetarlo en organismos internacionales. En principio, ningún país busca generar una animadversión contra Rusia que provoque riesgos de seguridad energética, alimentaria, o de seguridad.
La segunda, decidir entre el liderazgo democrático o autoritario. Aunque el capitalismo liberal o el comunismo se pueden identificar claramente en ciertas naciones, existen sistemas de gobierno donde las condiciones económicas y contexto histórico o teocrático, derivan en variantes de una “democracia” con matices de dictadura, o un “socialismo” con estructura y funcionamiento capitalista.
Resulta además sumamente complejo clasificar y evaluar a los países donde las monarquías participan gobernando de manera absoluta o marginal.
La tercera, es decidir entre EUA o China. Sobre este último aspecto, los pronunciamientos y posicionamientos muestran que los países prefieren evitarlo.
Salvo algunas excepciones de adversarios o aliados históricos de uno u otro, la mayoría no desean tomar partido.
En conclusión, mientras no se involucren en un enfrentamiento militar, o exista una clara amenaza a su seguridad, los países emergentes van a privilegiar el avance de sus economías sin definir preferencias que politicen sus decisiones.