Que nadie se preste a engaño, la candidata presidencial de Morena ya tiene rostro y nombre: se llama Claudia Sheinbaum.
En cambio, el principal candidato opositor no tiene rostro pero sí nombre: se llama inflación.
Cuando la despensa se dispara, la gente también encarece su voto por el candidato oficial.
Acaba de experimentarlo en carne propia el candidato oficial en Colombia: no pasó a la segunda vuelta.
Los colombianos prefirieron a dos opositores al régimen, que no formaran parte del sistema. Dos outsiders. Así suele castigar el pueblo «sabio y bueno» el subidón de precios a la canasta básica.
La inflación en México seguirá «in crescendo». No hay barda que la detenga. Al cuarto trimestre del año se ubicará en 6.4% y la subyacente en 5.9 por ciento. Son estimaciones del Banco de México (Banxico).
Y eso que se trata de porcentajes conservadores. Afuera, en la vida real, el alza a la carne, las legumbres, la leche, están todavía peor.
Tales reveses económicos no impactarán por lo pronto en los procesos electorales en curso, donde Morena puntea en 4 de los 6 estados en disputa.
¿Compensará esta espiral inflacionaria un crecimiento exponencial del Producto Interno Bruto (PIB)? No. Al contrario.
Todo apunta a que los índices de crecimiento nos regresarán históricamente al sexenio de Miguel de la Madrid: 1.6% para este año, si bien nos va.
Economía estancada, inflación galopante y un mal humor generalizado. Eso definirá el arranque del proceso electoral de 2024.
Y el riesgo de convertir el proceso sucesorio en una narcoelección. No la tiene fácil Claudia Sheinbaum. Y menos el resto de los mexicanos.