Aunque me gusta el cine, ya no me gusta ir al cine; las salas actuales son demasiado asépticas. Crecí en un tiempo y un lugar donde era más accesible el cine que la TV. La “Marcha a Zacatecas”, de Genaro Godina, anunciaba el inicio de la función en el cine del pueblo. Una larga marcha que duraba tanto como la travesía del pueblo hebreo en el desierto. Pero aquel cine era distinto. Cuando no era sala sino terraza, ni la lluvia detenía la función. Nos amontonábamos en el escaso techo que había y no salíamos de ahí sino hasta que aparecía la palabra “Fin” en la pantalla. Los intermedios marcaban el momento de devorar las margaritas rellenas de huevo con chorizo, empujadas con refresco o con saliva. En tanto, mirábamos entre la concurrencia para saludar a los conocidos. Aquel cine era también un espacio de convivencia en donde hasta el “cácaro” participaba, a su pesar. Si recuerdan la sala de “Cinema Paradiso” me entenderán.
Vi en ese tiempo películas de todo tipo. Aquella censura no era liberal sino, afortunadamente, muy holgazana. Pero fue mucho después cuando descubrí, ya por TV, las películas “mudas”. Yo sé que todo mundo adora a Chaplin. Reconozco que era muy bueno. Pero de esa época me gusta más Buster Keaton: inexpresivo como un tronco, un acróbata excepcional. Pensándolo bien, con estas características pudo haber sido también un excelente político, con la virtud de hacer gracia deliberadamente. Su mudez técnica también pudo evitarle muchos problemas en la política.
Sin las virtudes de Buster Keaton, los políticos de nuestro entorno no tienen empacho en hacer comedia. Y hacen muy buena comedia. Una de las gracejadas más hilarantes que he escuchado fue cuando el gobernador García habló de llevar la fiesta en paz y mantener el diálogo con el Congreso local. El líder de la bancada panista en el Congreso, Carlos de la Fuente, respondió: “Que me regresen mis alcaldes y mis diputados, y con mucho gusto me siento a dialogar con el gobernador”. Este es un gag con un timing perfecto, aunque no se perciba muy claramente quién de ambos es el comediante y quién el patiño. Otro chiste buenísimo fue ver a diputados azules metidos en playeras azules, con las leyendas, semánticamente pálidas: “Yo no me vendo” y “Mis valores no tienen precio”. Yo siempre pensé que el Congreso era para debatir asuntos de interés social, no para hacer propaganda que no pasaría una revisión de la Profeco.
Ya sé que me dirán que este zipizape de García con los partidos locales es muy serio, pero en el camino al patíbulo suceden muchas cosas inesperadas. Como aquella anciana comedida que arrimó leña a la hoguera donde incineraban a Jan Hus, sólo por ayudar. ¿Dije patíbulo? Bueno, exagero… un poco. Aquí se trata de ver quién junta más canicas. El gobernador García hizo lo propio en este juego que han jugado siempre: “Burriona no perdona”. Regresar las canicas no sirve, porque estas canicas ya no valen para el dueño, valen para el gandalla. La ingenuidad del diputado De la Fuente es más bien boba; un niño es más pícaro. ¿Qué haría el diputado con los funcionarios devueltos? Aún cuando recuperaran su filiación operarían contra su partido y a favor del partido de sus (nuevos) amores. Ahora que… ¿“Mis” alcaldes? ¿“Mis” diputados? Ahora resulta que funcionarios elegidos por ciudadanos pasan a ser propiedad de un fulano. ¡Ni que fuera hacendado porfirista! ¿O sí? Shakespeare podría crear una excelente comedia de enredos con este caso.
El conflicto es incómodo, pero seguramente va a generar más memorables situaciones cómicas como las citadas. El enfrentamiento entre los poderes del estado es político. Llevarlo al coliseo mediático nos distrae de todos los rezagos en las administraciones públicas estatal y municipales, y de la molicie y malicia de los partidos que quieren gobernar desde el Congreso. Sin embargo, la “burriona” de Samuel creo que tiene más tela. La insistencia de Claudio X González para incorporar a Movimiento Ciudadano en su club de “haters” es interesante. Como empresario, debió darse cuenta de que los bonos de políticos de sus pupilos no son muy buenos y que, además, se deterioran rápidamente (Siempre pensé que don Andrés era un tanto ingenuo, pero por lo visto es más largo que la Cuaresma). En estas circunstancias, tal vez la mejor opción sería empujar a un partido para convertirse en el “gran opositor” a la 4T. Ninguno de los afiliados a “Va por México” llena esa armadura, ni todos juntos; y MC se proyecta como exitoso (no afirmo que en verdad lo sea) y, sobre todo, veloz. Claro que a MC le conviene esa proyección, que nos regresaría a un bipartidismo funcional. Sí, pero no sumándose a una banda de perdedores. Reclutar a los inconformes, relegados y desesperados es una mejor opción. No engordaría su militancia, pero sí apuntalaría y extendería sus liderazgos.
Peor aún, asimilarse al proyecto político que manipula Claudio X, también desmantelaría la definición propia del partido. Lo hizo con el PRI y el PRD, cuya definición era de izquierda, al menos en sus orígenes. Al PAN sólo le ayudó a radicalizarse, sobre todo en su control interno. MC, que se autodefine como “centro-izquierda” (lo de “izquierda” sólo es un adjetivo no una posición), con el sólo hecho de ser cortejado por Claudio X, ya se intuye que ese “centro” puede ser tan inestable como el clima en Nuevo León. La exclusión de la prensa en un par de reuniones oficiales en el Palacio de Gobierno dice mucho de la verdadera ideología de MC.
Pero, haiga sido como haiga sido, sin que avale la táctica gandalla del gobernador García, tiene algunos aspectos saludables para la política en Nuevo León. Sobre todo al exhibir los cacicazgos y contubernios partidistas locales. Acción Nacional podría enfrentar con alianzas al gobernador, pero no a su propia decadencia. En lugar de reclamar sus canicas, debería deshacerse de las que lo lastran. No apelen a la simpatía o a la compasión de la gente. La “burriona” se la hicieron al partido no a los ciudadanos. Como dije alguna vez hace poco: si hay leva, hay guerra. Pero no es nuestra guerra, aunque siempre nos afecta. Porque sea que se compren o se vendan voluntades políticas, los recursos para ese infame comercio siempre salen de nuestros bolsillos.