El 5 de febrero de 1987, tomó protesta como gobernador de Tamaulipas el ingeniero Américo Villarreal Guerra. Había derrotado a un duro adversario: el reynosense Manuel Garza González –el famoso Meme–. El presidente de la república, Miguel de la Madrid Hurtado, había decidido que él y nadie más, fuera postulado por el entonces poderosísimo PRI a la gubernatura.
Como gobernador electo, nombró al gabinete que le ayudaría a gobernar desde el amplio bloque que es y ha sido el aparato que rodea al Poder Ejecutivo.
Sorprendió a buena parte de la clase política, que ubicara como número dos de su aparato de gobierno –la Secretaría General–, al matamorense Heriberto Batres García. Este político, había sido sacado de un relevante cargo en la Secretaría de Gobernación de la administración federal delamadridista.
¿Qué generó el arribo de Batres García a ese importante puesto gubernamental?
Fundamentalmente: la coyuntura del país.
En la arena nacional se movían con cautela y reservadamente, dos de los principales precandidatos del PRI y de su comandante en jefe Miguel de la Madrid: el Secretario de Gobernación (SG), Manuel Bartlett Díaz y el Secretario de Programación y Presupuesto (SPP), Carlos Salinas de Gortari.
Comandante en jefe de la política nacional, Bartlett tuvo mano para en forma institucional ir posicionando alfiles suyos en las áreas de la autoridad y el mando de las entidades del país; por su parte Salinas de Gortari, tomó para sí –obvio: con la venia del presidente, en ambas bandas– los cargos referentes a la administración y el manejo de la economía en los estados: delegaciones de la SPP, Aduanas, y Secretarías de estado afines a su tejido gubernamental.
En ese acomodo y reacomodo de grupos, el SG, envió como su hombre de confianza a Batres a Tamaulipas.
¿Qué hizo enviar a Bartlett a su subalterno Heriberto, como brazo político de Villarreal Guerra?
Evidentemente: era la avanzada del poblano en Tamaulipas, ante la eventualidad de ser candidato a la presidencia de la república en un estado, donde su base social era casi inexistente. De igual forma, el precandidato presidencial, se encargó de aclarar al gobernador tamaulipeco, las razones de la llegada de Batres a una posición que Américo tenía reservada para otro personaje de menores luces.
(Con Heriberto, llegaría como colaborador ¡Rodolfo González Valderrama!).
Primera lección: los escenarios nacionales, deciden en función como dicen algunos principios generales del Derecho: quien puede lo más, puede lo menos. De otra forma: la Federación, lleva mano en algunos cargos estratégicos -políticos, seguridad pública, etc.- en las entidades.
Segunda lección: un gobernador, –aún y cuando tenga a un presidente que no es de su partido– nunca se manda solo. Por más que lo deseen los actores locales. (En el caso que nos ocupa: la Banda del Guachicol, presume –de ganar MORENA– tener para si, la Secretaría de Finanzas y la Secretaría general de gobierno). El bando azul, de ganar la guerra por el Ejecutivo, sería acotado por ya sabemos quién; aparte del Ejecutivo federal que tiene todavía mas de dos años en funciones).
Como siempre: la Historia es la maestra de la Política.
Bajo esas circunstancias, y esos hechos con los cuales los sistemas políticos federal y estatal denotan su acción y su vitalidad, se construye el proyecto de reincorporar a Rodolfo González Valderrama a Tamaulipas.
Quién lo diría: 35 años después, Américo Villarreal Anaya, se mueve en semejantes escenarios sobre los cuales gobernó su padre: la sucesión morenista, entre Adán Augusto López y Claudia Sheinbaum.
Y similar a aquel lejano 1987, Augusto el tabasqueño, trabaja para ubicar como segundo de a bordo, de la posible administración de Villarreal Anaya a un subalterno suyo: González Valderrama.
Sólo falta que quiera el tampiqueño; que lo acepte Villarreal Anaya y que quienes trabajan para amacizar la IV T en Tamaulipas, dejen atrás mezquindades, ambiciones vulgares y sus auto-inflados egos.