Desde que la vara para ser gobernador o presidente de la república se colocó casi a ras del suelo, cualquiera puede brincarla. Y peor aún, ganar las elecciones con muñidores, mapaches cibernéticos, asesores de imagen, consultores en manejo de crisis (los despachos cobran los ojos de la cara y terminan por marcarle directrices al Gobierno) y dinero suficiente para comprar votos. En el pasado, para ser candidato, se requería preparación, trayectoria, talento y un mínimo de decencia. «No solo serlo, sino parecerlo», como la mujer del César.
Uno de los méritos de Jaime Rodríguez, el Bronco, consistió en haberse rebelado contra el PRI de Nuevo León, cuyos últimos gobernadores resultaron ser unos pillos. Rodrigo Medina de la Cruz, acusado de malversación de fondos públicos y daño al patrimonio del estado, pasó en prisión solo unas horas. Y a José Natividad González Parás, otro de los protegidos de la «mafia del poder» (como los Moreira), liderada entonces por Peña Nieto, ni esa molestia le dieron. Rodríguez recibió más de un millón de votos, cifra que ningún otro candidato al Gobierno nuevoleonés había alcanzado. Samuel García, quien puso entre rejas al Bronco por delitos electorales —a él también se le acusó de cometerlos— y de otra índole, captó 214 mil boletas menos, a pesar de su grandilocuencia y sus poses de perdonavidas.
García, como otros políticos treintañeros y cuadragenarios, presume de moderno, pero tiene el ADN del viejo sistema. Lo suyo es la banalidad, el espectáculo, la teatralidad, sin respetar derechos (de niños y mujeres) ni reparar en consecuencias. Al estilo de Salinas de Gortari y Peña Nieto, el gobernador de Nuevo León inauguró su administración con un golpe de efecto. El propósito: enviar un mensaje de fuerza. García encarceló al Bronco, no para legitimarse, sino para ganar reflectores. Los tinglados de Salinas y Peña para detener a los caciques sindicales Joaquín Hernández, la Quina, y Elba Esther Gordillo, fueron venganzas burdas disfrazadas de justicia.
Los cargos contra el Bronco por desviar personal y recursos para su desquiciada aventura presidencial son apenas «la punta del iceberg», pues corresponden a la carpeta de investigación más antigua, dice García. Rodríguez cometió actos punibles, y debe pagar por ellos. ¿Responderá el mandatario de turno por los delitos electorales y de otro tipo que se le atribuyen? La Fiscalía General de la República (FGR) investiga al gobernador de Movimiento Ciudadano por el supuesto uso de dinero ilícito y de aportaciones no declaradas para su campaña. García habría dejado de reportar gastos superiores a los 7.6 millones de pesos. La Unidad de Inteligencia Financiera de la Secretaría de Hacienda presentó nuevas denuncias. ¿Otra punta del iceberg?
El canto de sirena ha seducido al gobernador Samuel García, quien habría recibido financiamiento de la oligarquía local para impedir el triunfo de Morena. Piensa —como el Bronco en su momento— que puede ser presidente. En su caso, apadrinado por las élites de Nuevo León. Sin embargo, tampoco hay gobernador que coma lumbre. Andrés Manuel López Obrador le tiene tomada la medida y la espada de la FGR pende sobre su cabeza. Vicente Fox ve las cosas con claridad. El consejo-reprimenda del expresidente a García no es de balde: «Aguas “chamaco” estás muy joven para meterte en las patas de los caballos!!». «No se vale jugar tan chueco y oportunista gobernador». El Bronco tiene más pueblo que García.