A cuatro años de consumada la independencia de México, en Nuevo León se instaló el Congreso Constituyente el 1º de agosto de 1824, con la finalidad de dar al pueblo nuevoleonés su carta constitucional.
Muy activos estuvieron los once diputados locales en las diferentes comisiones que les tocó desempeñar, realizaron una labor de titanes, pues las sesiones ordinarias del Congreso durarían tres meses y el sueldo sólo cubría ese trimestre, no como en la actualidad, donde es por todo el año.
Para fundamentar los diversos asuntos, pidieron opinión a los cabildos como el caso de la Comisión de Instrucción, que solicitó al ayuntamiento de Santa Catarina diera su opinión sobre la educación en ese municipio.
Juan de Luna, alcalde del Valle de Santa Catarina Mártir, así aparece en el documento, contestó el 13 de septiembre de 1824, con sencillas palabras: “Como la educación de la juventud es una de las principales atribuciones de este ayuntamiento, ha puesto toda su actividad en poner escuelas de primeras letras forzando a los padres de familia para que echen a ellas sus hijos; pero advierto en muchos una repugnancia grande para darles este destino y en otros, que aunque en efecto se los dan, no tienen perseverancia alguna en él, pues a los quince o veinte días los sacan de ella, a pretexto de que los necesitan y no los vuelven a echar; y como de esto se sigue el que al último la escuela queda sin efecto y no se logra la educación de la juventud, espera esta corporación se sirva vuestra excelencia decir que se deba hacer en el particular, sirviendo para su superior inteligencia y para los padres que son de esta clase, no han bastado exhortaciones, ni reconvenciones simples”.
Clara y precisa la respuesta del cabildo santacatarinense, mostraba en todas su crudeza la realidad por la que pasaban todos los pueblos de Nuevo León: Los jefes de familia necesitaban a los niños y adolescentes en las labores cotidianas para obtener el sustento y ante la lastimosa situación económica no podían “darse el lujo de mandarlos a la escuela”.