En este país surrealista que es México, los tiempos preelectorales y aun los electorales están marcados para algunas personas por la intensidad, la pasión, el desbocamiento, la autoinmolación, el desbarrancamiento de toda esperanza, mientras que, para otras, es el inicio de una nueva vida política, un “parteaguas” en su transitar por caminos escabrosos, llenos de obstáculos, pero con la fe y el optimismo de llegar a una nueva meta en la conducción de los negocios públicos y también de los privados.
En el último año de gobierno de Adolfo Ruiz Cortines las especulaciones dentro del invencible Partido Revolucionario Institucional habían subido de tono y el mismo presidente daba pábulo a ello con frases indirectas dirigidas a los pretensos de la silla presidencial; en su gabinete estaban como Secretario de Gobernación: Ángel Carvajal; en Hacienda, Antonio Carrillo Flores; en Agricultura y Ganadería, Gilberto Flores Muñoz; en Comunicaciones y Obras Públicas, Carlos Lazo; en Salubridad y Asistencia, Ignacio Morones Prieto; en Trabajo y Previsión Social, Adolfo López Mateos, y al frente del Departamento del Distrito Federal, Ernesto P. Uruchurtu.
Con el caldero político ardiente, acicateado por el invento de la caricatura del tapado, creada por el genial caricaturista regiomontano Abel Quezada, aprovechado por la Compañía Tabacalera Mexicana para impulsar su marca de cigarros con la frase: “El tapado fuma Elegantes”, tal era el nombre de los cigarros. Ruiz Cortines a todos les dio alas, pero, a López Mateos el cotarro político lo ubicaba en el séptimo u octavo lugar. Finalmente fue ungido por el dedo presidencial, aunque él fumaba “Delicados”.
En el quinto año de gobierno de López Mateos, varios integrantes de su equipo esperaron luz verde: Gustavo Díaz Ordaz, Secretario de Gobernación; Antonio Ortiz Mena, de Hacienda y Crédito Público, Ernesto P. Uruchurtu, Regente del Distrito Federal; Alfredo del Mazo, de Recursos Hidráulicos; José Álvarez Amézquita, de Salubridad y Asistencia, y Benito Coquet, Director General del IMSS.
Su gran favorito fue Díaz Ordaz, con quien comía cada semana en Los Pinos, era su compañero en correr autos deportivos a grandes velocidades, era su confidente, su compañero en las duras y en las maduras, siempre le respondió en todos los terrenos con lealtad y apasionada entrega. La sucesión fue clara desde un principio.