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Tito Mendoza, Luces de Nueva York

En la comedia de Gogol “El Inspector”, el mero anuncio de que vendrá a la ciudad un supervisor de la autoridad capitalina pone al mundo de cabeza en el desbocado afán de congraciarse con él antes de su arribo, no se diga después de que el personaje aparece en escena para propiciar todo género de equívocos y confusiones. La esencia de la misma anécdota la toma Miguel Alemán Velasco para su novela “El Héroe Desconocido” en el que un vivales para sacarle dinero a sus paisanos inventa a un su pariente con una estrambótica historia de heroísmo ficticio que se sale de todo cauce en la avalancha de oportunismo y corrupción. Pasa lo mismo en “Casi el Paraíso” de Luis Spota, en donde el supuesto príncipe italiano Ugo Conti engaña y estafa a la rancia sociedad burguesa mexicana dispuesta a darle dinero y mujer inclusive a cambio de sus favores.

La historia es siempre la misma; lo que cambia son los protagonistas.

Don Roberto Gil Zuarth, senador de la muy laica República Mexicana, fue el primero en reaccionar al mero anuncio de que el Papa Francisco visitará finalmente nuestro país, seguramente en la primera mitad del año que viene. Paraa usar el lenguaje que le es familiar, el ex secretario particular de Felipe Calderón cuando era Presidente, “pidió mano” a nombre del Senado que preside para que el Santo Padre comparezca ante la llamada cámara alta y les dirija un mensaje.

Yo dudo que el senador Gil haya consultado con quienes manejan la agenda papal, pero fundamentó su reclamo en el hecho de que Francisco, a la vez que líder espiritual de los católicos es jefe del Estado Vaticano y como constitucionalmente el Senado es el que determina la política exterior de México (Sí, Chucha, cómo no) corresponde a los senadores recibir en su casa el mensaje político del Papa.

Ni tardo ni perezoso, don Marco Antonio Cortés Mendoza, líder de la bancada del PAN en la igualmente republicana y laica cámara de diputados, casi exigió que el Papa se presente en su escenario. Dijo el diputado Cortés Mendoza: “¿Por qué si pudo estar en el Congreso de los Estados Unidos, habría que preguntar a quien se niegue, por qué no podría estar en el Congreso de los Estados Unidos Mexicanos?”

Yo no quiero arrogarme las funciones de los voceros vaticanos, pero la respuesta bien podría ser que todos somos iguales pero unos son más iguales que otros. El discurso de Francisco en el Congreso de Washington, ciertamente notable y de sustancia, tiene un peso específico de pragmatismo político. No es el caso del Congreso de México. Pero no son los dos personajes los que han de modelar el itinerario y las apariciones de este inteligente y hábil político que viste de blanco y largo.

Uno quisiera pensar que la Rusia zarista que vivió y de la que se burló Nikolai Gogol, el pueblo de Villaverde que inventó Miguel Alemán el siglo pasado, o la sociedad rastacuera que Luis Spota retrató en su novela de 1956, no tienen nada que ver con el México de nuestros días. Quisiera pensar, pero evidentemente para los diputados y senadores de México el tiempo no ha pasado.

No tengo duda de que para los mexicanos ajenos al Congreso, el mero anuncio de la visita Papal pudo haber provocado un regocijo natural. Las visitas papales de Juan Pablo Segundo y la de Benedicto sentaron precedente. El carisma del Papa argentino, pero principalmente su inclinación a las causas de los desposeídos y su vocación a la renuncia del boato, lujos y fantochadas tan identificadas con el alto clero católico, acrecentarán la simpatía que la investidura del Papa conlleva. Pero tratar de promoverse mediáticamente en la rebatinga de quién se queda con el Papa cuando llegue a México es un acto francamente lastimoso. Nada me daría más gusto que el Papa les pinte a las dos cámaras un violin.

PILÓN.-Lo dijo Jaime Rodríguez en su toma de posesión y lo repite el pueblo a los gobernantes que inician: todos los nuevos funcionarios deben presentar sus declaraciones tres de tres: patrimonial, fiscal, y de posible conflicto de intereses. No todos lo hacen, ya sabemos, pero qué bueno que se los pidan.

El problema es que presentar la declaración patrimonial al comienzo de una función pública no sirve para nada si no se puede confrontar sus datos con la misma declaración al momento de que la función finaliza. Sólo así sabríamos si la diferencia en los montos del patrimonio es tan grande que apunte hacia un posible enriquecimiento ilícito, aunque perfectamente explicable.

Tal vez a mí se me escapó, pero si usted sabe de alguno de los políticos que estrenan titulo de ex gobernador que haya presentado su declaración patrimonial en el momento de dejar la silla, le ruego que me avise.

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