Jacobo Zabludovsky
-¿A dónde va? Me preguntó desde su volvo rojo, un auto pequeño como un cohete, -la llevo, súbase pues se va mojar, ya ve que está lloviendo.
Era junio de 1967 habíamos matado clases de taller mecánico en la Voca 2 un bachillerato del Poli en el Jardín de la Ciudadela a una calle de Televicentro.
Eran las 8 de la noche, o algo así, y el conductor del deportivo rojo era Jacobo Zabludovsky. No lo conocía bien pues solo veía con mi papá un programa los domingos que hablaba del espacio y de los cohetes que lanzaban Estados Unidos o los rusos y se me hacía un señor muy serio y muy “científico”.
Le dije -vivo al sur de la ciudad y me dijo que él también vivía en Coyoacán. Tiempo después me enteré que me mintió para que aceptara el aventón y dejara de mojarme con la lluvia.
Ahí nació mi afecto y mi pasión por él y por las noticias pues durante 33 años conviví, casi todos los días, con el hombre que “dicen” inventó las noticias por televisión, que muy pronto borro mi primera impresión sobre su apariencia pues al contrario era muy amable y exageradamente divertido.
Yo puedo asegurar que Jacobo Zabludovsky abrió las puertas de los estudios de noticieros a las mujeres, quienes por primera vez tomaron un lugar preponderante, que no dejarían jamás.
Lo visitaba muy seguido, cada que matábamos clases pues su oficina estaba en el cuarto piso del edificio Gamboa, en la calle de Tolsá a la vuelta de mi escuela ubicada en la calle de Tres Guerras.
O tomaba café con él muy de mañana, cuando terminaba su Diario Nescafé o me quedaba a escuchar a su maestra particular de francés, el licenciado era muy divertido.
Yo nunca tuve la oportunidad de ver su noticiero matutino, pues iba a la escuela, pero mi mamá si y era su más ferviente admiradora. Un día ocurrió un asalto en un banco cerca de mi casa y hasta allá andaba reporteando Jacobo Zabludovsky, mi mamá había ido a comprar el pan y al verlo, pues ya lo conocía en persona cuando me llevó a la casa en aquel histórico aventón bajo la lluvia, se acercó con su bolsa de pan para saludarlo. El muy atento le estrechó la mano y le dio un beso.
Claro que después me dijo, a manera de broma, dile a tu mamá que primero les dé de desayunar y que luego, se vaya de chismocita ¿eh?
Pero la ocasión que marcó mi vida para siempre fue cuando le conté que conocía unos amigos que también tenían polio, como yo, pero que ellos eran muy valientes y hacían escultismo, o sea eran “boy scouts” y le pedí que les hiciera un reportaje.
Él me dijo, -¿por qué no se los haces tú? Le contesté, -porque yo no sé entonces me alentó y me dijo hazlo y nosotros aquí te ayudamos.
Fui al cerro del Tepozteco, en Tepoztlan, Morelos y prácticamente al pie de su campamento tome nota y muchas imágenes. En la redacción Raúl Hernández (qpd) comenzó a decirme como contar la historia. Al terminar y muy ufana sin revisar y menos la ortografía, que no era mi fuerte, le presenté lo escrito al licenciado y me dijo con mucha ternura -polvoriento va con v chica, la de las vacas. Y NUNCA LO OLVIDE.
La tele de ese tiempo era muy rudimentaria, que esperanzas que grabaras y dejaras la pieza hecha, la historia periodística terminada, como ahora se hace. No, ibas al estudio, te corrían las imágenes, que en ese entonces se hacían en cine, y tu leías en el estudio en “VIVO” y volteando al monitor de vez en cuando para empatar tu dicho con las imágenes y no excederte de tiempo.
Al finalizar mi debut, por los nervios temblaba yo tanto, que ni cuenta me di que el licenciado Jacobo Zabludovsky me había contratado al aire, también en vivo. Ese día me inventó y de ahí en adelante.
Muchas cosas se dicen del licenciado Jacobo Zabludovsky, pero la que más admire en él fue su extraordinaria sencillez y su don de gente. Era respetuoso y muy educado con todos. Como cualquier oficina nuestra redacción tenía un bolero, limpia calzado o como quiera usted llamarlo el nuestro era “el Copete” un hombre calvo, entrado en años, muy platicador. El licenciado le decía –buenos días señor Martínez cuando pueda lo espero en mi oficina, por favor. O el inolvidable y muy famoso “Vaguen”, un muchacho de aquel tiempo, que llegó a nuestras vidas lavando coches, los de moda los Volkswagen casi todos teníamos uno de ahí el sobrenombre. Y la gloria más grande que alcanzó el Vaguen fue tener de compadres al licenciado Zabludovsky, a Julio Iglesias y a Raphael, no tuvo más compadres famosos porque no tuvo mas hijos.
Pero el recuerdo más grande que tengo es que el licenciado Zabludovsky estaba muy cerca de las estrellas de los años 70. Para ese entonces yo era una veinteañera, secretaria de los camarógrafos y él muy amigo de Alberto Cortés, Julio Iglesias y el más grande Raphael, los llevaba a saludarme hasta mi escritorio y eso a mí me derretía todita.
Desde ese escritorio, como la secretaria, viví y sufrí, cuando los equipos que cubrían las guerras del momento en Centroamérica se lanzaban a la aventura de los conflictos. El o la reportera, el camarógrafo y su ayudante. Ese trabajo lleno de preocupaciones lo vivía yo como si estuviera en el frente, pues el mismo licenciado Zabludovsky o algún productor o coordinador se acercaban para darme instrucciones. –Si hablas con fulanito o zutanita dile que necesitamos una nota así o de esta forma y nuestras comunicaciones de trabajo se convertían en el encuentro amoroso de los que se arriesgaban para que todos estuviéramos informados y los que sufríamos a la distancia.
Guillermo Pérez Verduzco (qpd), Agustín Granados (qpd) Salvador Estrada, Ricardo Rocha, Juan José Prado, Juan Francisco Castañeda, Ana Cristina Peláez, Magdalena García de León y otros reporteros más. Arturo Velásquez, Henry Stone, Roberto Ruvalcaba y otros camarógrafos y sus ayudantes. Fue casi una década de ir y venir a Costa Rica, El Salvador y Nicaragua.
Cuando las cosas estaban “tranquilas”, bueno es un decir, escuchaba la voz del licenciado que engolada entonaba algunas notas de un famoso tango y al saberse descubierto solamente te volteaba a ver y sonreía.
Cada que lo escuchaba hablar, tomaba nota de las referencias que hacía de hechos, eventos noticiosos, personajes, libros y corría a buscar más información. Puedo decirles que esa necesidad de saber, de estar a la altura de los comentarios que oía me hizo crecer y aprender como en la mejor universidad del mundo.
Una noche, yo no sabía, pero había sido muerto a balazos Genaro Vázquez, famoso guerrillero de los años 70. Al terminar el noticiero me dijo –Francisca ¿te vas a quedar? -Sí señor, le contesté me faltan unas cosas por terminar, él me dejó una agenda negra de piel y me dijo. -Mira aquí tengo los números telefónicos de muchos amigos y necesitamos que alguien nos preste un avión para ir muy temprano hasta donde mataron a este señor. Llámalos a todos, eso sí muy correctamente discúlpate de la hora en que lo haces, y pide lo que se necesita en mi nombre, son sus números privados, así es que te van a escuchar. -Señor ¿les puedo decir a quien mataron? -déjame pensarlo y se despidió.
Cada que ocurrían eventos fortuitos, ya ven que las noticias no tienen palabra de honor y menos en las madrugadas, llegábamos a la redacción Jacobo Zabludovsky, Fernando Alcalá y yo, en ese orden. El licenciado establecía un plan de cobertura emergente y yo me encargaba de buscar a los camarógrafos y a preparar el equipo.
Temblores, incendios o accidentes repentinos nos convocaban a la redacción de inmediato. Como cuando debido a un fuerte temblor se cayó parte del edificio de la Universidad Iberoamericana en la colonia Campestre Churubusco en la ciudad de México, o el incendio de la tienda Astor en el centro de la ciudad a dos calles del Zócalo o la trágica muerte de nuestro compañero Rolando Medina en un choque automovilístico.
En este caso le llame iban a dar las 4 de la mañana le dije -licenciado con la novedad de que Rolando Medina tuvo un accidente y falleció. -Como sabes que era él y que murió. -Porque le pedí a mi compañero de la guardia que me aviso, Jorge Azcoitia, que se trasladara al lugar, tomara las placas del automóvil y tratara de ver si en el interior estaba Rolando, señor y ya confirmado le estoy avisando.
Me respondió, -bueno, bueno ahorita voy para allá. Me vestí rápidamente y yo también me traslade al lugar. Cuando nos vimos a los ojos, él aún con su ropa de noche y un bello abrigo que lo cubría hasta las rodillas, sentí inmediatamente su pesar por la muerte de un joven y talentoso periodista que había llegado a su fin antes que nosotros.
Y así transcurrió el tiempo. Un día y gracias al licenciado Miguel Alemán en ese entonces vicepresidente de Televisa me vi en Egipto, ni yo misma se por qué. Al hacer una cobertura de la entrega del Arish, una comunidad en la península del Sinaí, regrese rápidamente para tratar de pasar esa información a la redacción en México pero me atendió un cuate, que ni recuerdo su nombre que me hizo pensar que era muy importante tener un buen enlace en México para manejar la información con prontitud. Y así llegue al departamento de corresponsales como coordinadora de mis compañeros.
Viví el origen de la ECO, la primera cadena en el mundo que transmitía noticias en español 24 horas al día. Teníamos que hacer 24 noticieros de una hora al día y las noticias que llenaban prácticamente los espacios eran del exterior.
Había tomado tal relevancia la figura de Jacobo Zabludovsky y la cadena ECO que nuestros compañeros corresponsables no batallaban para solicitar una entrevista con los grandes personajes de la vida pública, esos personajes identificaban nuestro distintivo en el micrófono y ellos mismos se lanzaban a pedir la cobertura. Ese nivel de importancia generó ECO en sus 10 años de existencia.
Pude hablar con algunos presidentes y sus coordinadores a nombre del licenciado Jacobo Zabludovsky para solicitar entrevistas vía satélite Carlos Saúl Menem, Alberto Fijimori, Carlos Andrés Pérez, Julio María Sanguinetti y otros.
También vi el profesionalismo del licenciado cunando organizó la Cadena de las Américas que arrancó con una serie de entrevistas con los presidentes y primeros ministros de todas las naciones del continente. Como, para ese entonces ya era muy rápida con la máquina y había mejorado MUCHO mi ortografía, cada que el licenciado regresaba de sus entrevistas yo las transcribía a detalle. Y eso me enseño mucho de cómo debe hacerse una buena entrevista.
Desde el área en donde crecí definitivamente, corresponsales, experimenté la solidaridad y el cariño fuera de cámaras que sentía por todos los del equipo. Pues permanecíamos muchas horas en la redacción, yo desde las 6 de la mañana hasta las once de la noche y el licenciado Zabludovsky prácticamente en el mismo horario.
Corresponsales tenía la única guardia nocturna y a mí me había permitido tener su teléfono privado para las emergencias y las notas trascendentes. Recuerdo que cerca del anuncio del Nobel de Literatura en 1990 me instruyó.
-Estate muy pendiente del anuncio del Nobel de Literatura y en cuento sepas a quien se lo otorgaron me avisas ¿eh? No importa la hora. Es muy importante
Cuando lo supimos entendí por qué el apuro, brincamos y él brinco de gusto pues el galardonado era Octavio Paz.
Pero así como estaba pendiente de las cosas buenas, para las tragedias tenía yo su autorización para llamar a su casa en caso de necesidad.
Eran las 2 de la mañana y somnoliento me preguntó.
-Si Francisca, ¿Qué pasa ahora?
-Con la novedad señor de que acaba de morir Ariel Roffe nuestro corresponsal en Israel. Me respondió, -bien Francisca gracias.
Él siempre estaba muy pendiente de todos, las puertas de su oficina siempre estaban abiertas para cualquier cosa, no necesitabas pedir cita o llamar a la puerta, entrabas y salías sin ningún problema. Como suele suceder entre miembros de una familia, un buen día me dijo. -Francisca estas engordando mucho ¿eh viejita? A partir de hoy vas a comer una lonjita de 100 gramos de pescado, una rebanada de zanahoria y una de calabaza, ¡ah! Y no más refrescos, te sin azúcar y punto, ¿me entendiste?
Ya cuando estábamos despidiéndonos él se iba y unos meses después me fui yo, le pregunté muy compungida -Señor dígame la verdad, usted me sostuvo tanto tiempo por conmiseración, por compasión, por mi discapacidad. Y él muy amoroso me contestó –No Francisca tu estuviste en el equipo con nosotros por tu enorme capacidad.