La pregunta que se hacen analistas y consultores políticos después de un receso en la embestida contra el presidente de la República, es si éste logrará revertir el daño causado por las denuncias de corrupción en su contra y por la torpe respuesta de las autoridades federales luego de la desaparición de 43 normalistas en Guerrero.
De muy poco sirvieron los miles de millones de pesos que gastaron en Los Pinos en propaganda en los dos primeros años de la administración para lograr imponer una agenda política por encima de la agenda de seguridad que dejó el ex presidente Felipe Calderón.
A la legítima crítica social contra el gobierno se sumó una embestida política que alentó rumores que hablaban incluso de una eventual renuncia del presidente.
Si Enrique Peña Nieto estuvo a punto de caer o no es un asunto del que no sabremos pronto, pero lo que sí queda claro es el tamaño de los enemigos que tiene el mandatario.
El golpe fue brutal para la imagen de Peña, que cayó por abajo del 40 por ciento en las encuestas, pero también le desmanteló la red de alianzas que había tejido con la oposición en el Congreso.
¿Puede el presidente reponerse de una paliza que lo mantuvo durante semanas contra las cuerdas? La respuesta depende de quiénes son los enemigos de Enrique Peña Nieto.
Empresarios poderosos que han sido afectados por las reformas como el propio gobierno ha dicho, o ex aliados políticos que no conformes con el reparto de utilidades decidieron atacar.
Si los motivos del ataque fueron económicos el gobierno tiene forma de neutralizar a los adversarios, pero si las razones de la embestida son políticas debido a fracturas en el grupo que llevó a Peña a Los Pinos, el horizonte está plagado de titulares de escándalo.