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Cuéntame, las pecas de la espalda

El presupuesto aprobado para que se gaste el Distrito Federal el año que viene es de en exceso 156 mil millones de pesos, unos diez mil millones de dólares de la semana próxima. No me asombra, siendo la Asamblea Legislativa del Distrito Federal la entidad encargada de aprobar la cifra y los destinos. Lo que me mueve a risa es la prisa con la que protagonistas o cronistas del hecho todo mundo quiere calificar la cifra de histórica.

Histórico (a), dice la Real Academia de la Lengua en su tercera acepción,  es lo “digno, por la trascendencia que se le atribuye, de figurar en la historia”. Siendo así, todo lo que hagamos es histórico porque pasado mañana ha de figurar en la Wikipedia, ese actual sustituto de las bibliotecas y el espíritu de búsqueda. De todo nuestro quehacer queda memoria, a diferencia de aquellos que llevaban soldados de pluma y pliego para contar luego sus hazañas, como dicen que Cortés traía a Bernal Díaz del Castillo, aunque soltara la lengua y la pluma muchos años después de la caída de Tlatelolco.

Históricas serán las reformas constitucionales mexicanas de este año, que cristalizaron los empeños por transformar un país semi industrializado, maquilador y agrícola en un país moderno, eficiente y mejor preparado al cambiar las bases de su educación, telecomunicaciones y materia energética de un múltiple plumazo gallináceo de aprobación inmediata. Eso, sin dejar de ser un país de centralismo absoluto y corrupción desmedida.

Histórico es el presupuesto del D.F. como lo es el presupuesto federal para el año que viene, por la simple y sencilla razón de que es mayor que el anterior. Si no hubiere más dinero para gastar el año que viene que el año en curso, eso quisiera decir simplemente que la economía nacional está en retroceso; no estancada, simplemente caminando hacia atrás. Los índices de inflación, y las mayores recaudaciones hacen que los presupuestos sean mayores cada vez que se vuelven a hacer.

En esa historia hipotética, los señores que administran y malgastan nuestros dineros colectivos se están gastando ya lo que van a recaudar mañana. Según dicen los que dicen que saben, los beneficios económicos para nuestro país de la reforma energética comenzarán a reflejarse en nuestros bolsillos dentro de dos años por lo menos. La recaudación en la capital de la república, que aumentó el tres por ciento a todo lo que podía aumentar en bienes, cuotas y servicios, va deber su obesidad al simple truco de hacer que las propiedades inmuebles paguen su tributo conforme a su valor comercial real y no al valor catastral del banco de la ilusión. Que esa es una medida que debió haberse tomado, por su lógica, hace decenios, es algo que los sabios sexenales deben explicarle a los abogados de los políticos mexicanos terratenientes, que los hay muchos, creo.

Pero todo ese dinero, el federal y el de la ciudad de México, comenzará a fluir dentro de dos años. El gobierno federal está desatado en una campaña celebrando, en sus anuncios gratuitos y aburridos de los medios, los enormes progresos. Los cuentos del gran capitán.

Yo no sé cuánto cuesta un anuncio a toda plana en un diario de circulación nacional a todo color. En mis tiempos creo que se decía a ocho tintas. Aparece una norme tetera de acero inoxidable reluciente de nueva sobre la hornilla, para decirme que un día el gas va a costar menos. Nunca un traste de ese lujo estuvo en la cocina de mi casa, de cafetera despostillada de peltre.  Solamente la conocen los publicistas que hicieron el anuncio y los burócratas que lo pagaron. Bueno, que firmaron el cheque para pagarle a los publicistas. Lo mismo pasa con los anuncios en tele y los apabullantes  y dramatizados de la radio. Son realmente históricos. Para la historia; del futuro.

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17 de dic. de 13

19:25

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