Lo de hoy...
La información nunca está protegida

Había una vez un barco chiquito

Parte un barco cargado de miles de excusas
Mentiras y trampas que no tienen fin
Vicentico, El Barco
En el reciente y gradualmente olvidado escándalo de las buenas conciencias por el espionaje norteamericano de los dignatarios pasado y futuros de otros países nadie dijo nunca la verdad completa, excepción hecha tal vez y nuevamente de Vicente Fox: desde tiempos inmemoriales todo mundo espía a todo mundo, recordando la definición aquella que se atribuye a Adolfo López Mateos: un mexicano es un hombre con la mano metida en el bolsillo de otro. En el mínimo escándalo del navío cargado de… el fenómeno se repite. Nadie parece querer decir lo que sabe, acudiendo al decir del viejo chinito del cuento: li tú plimelo.

Todo se deprende fundamentalmente de la incongruencia de los datos aislados que, dadas las condiciones que la aviación civil establece para su tráfico en nuestros días, resultan difíciles de creer. Este es un avión de medio cachete que una compañía regiomontana vende a otra cuyo dueño vive en Colima y que se dedica aparentemente al transporte de cosas. A partir de aquí, o tal vez desde antes, todo es aparente. El avión está registrado en Monterrey con las “placas” XB MGM; las dos primeras letras indican que el navío está registrado en México, en la modalidad de aeronave de propiedad privada; los XA están dedicados al servicio del público y los XC pertenecen al gobierno y sus instituciones.

Pues bien, dicho avión sale del aeropuerto de Querétaro con siete pasajeros a bordo con destino a la isla de Bonaire para ser entregado a un comprador, que en esta maravillosa historia nunca aparece. En ese trayecto, el barco comienza a hacer agua o el avión a perder altura. Supuestamente reposta combustible en Belice y de pronto aparece en fotografías en un paraje del centro sur de Venezuela, con un motor completo al lado y el fuselaje completamente incendiado.

El señor Maduro, que cobra como presidente de Venezuela, da a conocer el derribo de la aeronave que si hubiera sido derribada estaría hecha pinole y no en las condiciones en que se le ve. Afirma primero que las personas que en el avión venían huyeron y luego manda recadito al gobierno mexicano de que no se haga pato preguntando por un navío que venía “hasta el full” de cocaína. Como si la cocaína viajara de norte a sur en este continente.

Al gobierno de México se le hace bolas el engrudo. Primero, da la lista con nombres y apellidos de cinco pasajeros y dos tripulantes del dicho avión, para al día siguiente decir presuroso que se habían registrado con documentos falsos. No alcanzo a imaginar cómo se llegó a tal conclusión. Luego resulta que los siete tripulantes del aparato no eran siete sino tres. La febril imaginaria mexicana, que suele acertar de vez en cuando, sospecha que en el avión iban un piloto, un copiloto y un pasajero por cuya captura el gobierno de los Estados unidos ofrece no uno, no dos , no tres millones de dólares, sino cinco. Rafael Caro Quintero. El Secretario de Gobernación dice que los venezolanos no han soltado prenda.

Las aventuras de Rocambole son lectura de párvulos, comparadas con lo que publican nuestros periódicos sobre este particular.

¿Y si todo esto sólo fuera una fenomenal estratagema internacional para que los venezolanos se olviden de las carencias de bienes y servicios en su mercado, con Nicolás maduro fijando nuevas tablas de precios y ganancias,  y los mexicanos dejemos de pensar en la crisis económica que ya está aquí?

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