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Con tan poquita fe

No puedo entender este mundo como es

Fe, Maná, 2002
A mediados de octubre, a un año justo de que se celebre el Sínodo Extraordinario sobre la Familia, al que ha convocado para 1914, el Papa Francisco sorprendió a todos al enviar una encuesta de treinta y ocho preguntas a las parroquias católicas del mundo. El procedimiento no es raro: los obispos acuden a los sínodos por lo general después de haber recogido opiniones de su feligresía que hayan documentado  a la casa matriz de la Iglesia sobre el estado de ánimo de los creyentes alrededor de diferentes temas, y orienten su conducta.

Lo revolucionario de esta encuesta lanzada por Francisco es el contenido de las preguntas sobre el estado de la familia católica en nuestros días. Una serie de preguntas que van desde las uniones libres hasta los hijos adoptados por parejas del mismo sexo, los vientres de alquiler o los divorciados, los matrimonios interreligiosos o las madres solteras. Para decirlo de una vez, el Papa quiere saber lo que los católicos piensan sobre la familia actual, la verdadera, y no la que sueñan los seguidores de dogmas o los que omiten las violaciones a ellos.

En realidad, el Papa argentino está echando a andar un nuevo y necesario aggiornamento para una iglesia que atraviesa una profunda crisis de fe desde hace decenios. La iglesia católica actual no ha sabido responder a las preguntas que hoy les hace su magno superior: ¿cómo reaccionar ante los homosexuales y sus hijos, las madres –o padres- solteros, o el uso de los anticonceptivos? Es claro que el Papa no irá muy lejos por la respuesta del ala más conservadora y dogmática del catolicismo, que debe ser de profundo rechazo a este tupamaro de la religión.

Porque no hay que olvidar que el Vaticano es un estado; más que eso, es una entidad política y económica que por siglos ha jugado un papel protagónico en el curso de la historia conocida y secreta de nuestra sociedad.

El próximo 22 de febrero Francisco presidirá un consistorio extraordinario, con la participación de 201 cardenal, de los que 106 tendrán derecho a voto; los mayores de ochenta años de edad están excluidos. El consistorio es la reunión del Colegio Cardenalicio en el que los cardenales discuten los asuntos del manejo de la iglesia y asesoran al Papa en la conducción de sus destinos. Resulta imposible imaginar que una reunión de políticos de tal envergadura no tenga, en la agenda de su discusión, las preguntas del Sumo Pontífice sobre los asuntos de la familia. Pero el consistorio extraordinario es también la oportunidad que el Papa tiene para designar nuevos cardenales. En el más reciente, en 2012, Benedicto XVI buscó un mejor equilibrio interno, al designar nuevos cardenales no europeos. Un total de 120 cardenales con voto se considera un número óptimo para un ambiente más sano, por lo que se espera que Francisco nombre 14 nuevos purpurados.

Pero antes del Consistorio, el Papa tendrá reuniones con el llamado G8, los ocho cardenales con los que negociará la esperada reforma al manejo de la Curia, esto es el gobierno.

Cualquier parecido con lo que pasa en el mundo extra muros vaticanos será mera consecuencia.

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