La recesión económica en México trastocará a finales de este año toda nuestra filosofía de vida, pero tiene un punto a favor: muchos prejuicios ancestrales se vendrán abajo. Dejar a las mujeres que trabajen, que ocupen su espacio social, que tengan igualdad de oportunidades para llevar el sustento al hogar, hubiera tenido que enfrentarse a las trabas y complejos mentales de muchos machos mexicanos. Ahora ya no: las trabas le están dando paso al sentido pragmático de la economía familiar.
A una buena parte de los mexicanos les sigue siendo muy difícil concebir que la cabeza familiar, el comercio (subterráneo o legal), así como los cargos públicos estén siendo ocupados por mujeres. Aún más se resisten a aceptar que haya mujeres al frente de empresas o como inversionistas bursátiles, o en el senado. Nada más falso suponer que en la punta de la pirámide social, las cosas son más democráticas y ecuánimes: sigue imperando arriba el machismo anacrónico y como de película mexicana de los cuarenta.
Cuando en México se logró el voto de las mujeres, hubo legisladores que se negaron a aprobar esta iniciativa por misoginia declarada. Incluso en el diario de debates de aquella legislatura se consigna que un diputado del PAN afirmó que las mujeres carecían de conciencia para elegir gobernantes; que eran como menores de edad, que mejor se quedaran en sus casas tejiendo y cuidando a los hijos. Además, si les dieran el voto, elegirían de presidente a Cantinflas (luego ya se ve que elegimos a Fox).
Ya son muchos años como para que no se acostumbren a la igualdad de género, que además de justa es económicamente necesaria. Un alto porcentaje del mundo empresarial está siendo llevado por mujeres. Como también está sucediendo con altos cargos de responsabilidad en el servicio público.
En los negocios las mujeres aportan ideas innovadoras, estudios de mercado acertados y diseños de publicidad creativos. El buen aprovechamiento de la inversión, la administración y el crecimiento de cada empresa, la adaptación de tecnologías e Internet, son aportaciones de mujeres. Ese segmento de la población reinventa la manera de hacer negocios en el noreste de México.
¿Qué esperan del gobierno? Que no se les atraviese; esperan agilidad y simplificación de trámites, menos papeleo, menos burocratismo a la hora de dar de alta su empresa; incentivos fiscales y promoción de la inversión privada, principalmente de la nacional. Esperan apoyo y estímulo para la creación y administración de pequeñas y medianas empresas. Esperan un gobierno que sea amigo y no un estorbo; que sea la solución y no el problema.
En este tema sigue habiendo resistencias, oposición y machismo fuera de época. Pero esta tendencia innovadora está destinada a quedarse. Puede haber retrocesos y retorno de viejas prácticas, pero las mujeres han ganado un espacio en la empresa que no admitirán volver atrás. O quién sabe: hay tanta mujer con misoginia en las venas y los genes, que a veces se convierten en machos disfrazados, solapados en sus faldas.