Hoy estamos festejando el Día Internacional de los Trabajadores de la mejor manera: trabajando. Durante décadas fue más que una tradición el asueto, el festejo y por supuesto el desfile. Pero el tiempo lo cambia todo, y a veces la política también ayuda. Por lo menos esta vez no veremos aquellos grandes desfiles a los que nos tenían acostumbrados las centrales obreras y las autoridades estatales. Ahora cada central hace su fiesta privada, o bien discreta, aunque seguramente seguiremos escuchando las grandilocuentes declaraciones exaltando la productividad de los trabajadores y presumiendo la paz laboral en el estado… Y qué bueno que por lo menos hay algún tipo de paz que podemos presumir.
Durante mucho tiempo, las agrupaciones obreras que concentraron la representación sindical, tuvieron una filiación política muy definida. Los desfiles del Día del Trabajo eran más bien actos políticos de unidad. La celebración incluso perdió espontaneidad cuando los trabajadores eran obligados a asistir, o soportar represalias. Lo cierto es que pocos trabajadores sabían qué estaban recordando realmente con ese desfile.
Fue un primero de mayo de 1886 cuando en la ciudad de Chicago, obreros socialistas de la empresa McCormick iniciaron una huelga. El 4 de mayo la policía se lanzó contra los huelguistas y estalló bomba que desencadenó una balacera. No se dijo cuántos obreros fueron alcanzados por las balas, pero hubo cientos de detenidos golpeados y torturados por la policía. La policía culpó a los huelguistas de la masacre y llevó a proceso a 8 dirigentes. Aunque Chicago entero sabía que no eran culpables, fueron condenados a la horca 2 periodistas, un orador, un propagandista y un organizador de la huelga. Dos personas más fueron condenadas a prisión perpetua y una más a 15 años de cárcel. A estos activistas obreros se les recuerda como los “Mártires de Chicago”.
En París, en 1889, la Segunda Internacional Socialista adoptó el primero de mayo como “Día del Trabajo”, en memoria de los trabajadores ejecutados en Chicago. En 1912 el Partido Socialista Obrero realizó un mitin y en 1913, la Casa del Obrero Mundial, hizo la primera manifestación pública para conmemorar la fecha. En 1923, durante el gobierno de Álvaro Obregón, el primero de mayo se institucionalizó como “La fiesta de los trabajadores”, y desde entonces, cada “Día del Trabajo” se realiza una marcha obrera dirigida por el sindicalismo oficialista que pasa frente al Palacio Nacional.
Así fue el origen de la que fue una fiesta laboral por excelencia. El desgaste que sufrió en México era de esperarse. Ninguno, si acaso unos cuantos trabajadores, sabían que en el fondo el Día del Trabajo era una ceremonia de conmemoración luctuosa. El obituario de los “Mártires de Chicago”. En lugar de servir para consolidar la unidad de los trabajadores frente a los intereses políticos y económicos, se convirtió en un día improductivo, no sólo en lo laboral por el asueto, además en cuanto a la conciencia social de los propios trabajadores. Una gran fiesta, sí, pero para rendirse incondicionalmente frente al poder político. Al final, aquellas grandes marchas sindicales frente a las autoridades, no eran tan distintas a las marchas militares alemanas frente a Adolfo Hitler: ambas eran solo un desplante de poder, la ostentación de su fuerza.
Así se degradado el verdadero origen y sentido del Día del Trabajo: la celebración de una mística laboral que se ha perdido, y será muy difícil recuperar.
ENFOQUE MONTERREY en Radio Beat, 90.1 FM
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