El chavismo sin Chávez ya se instaló en Venezuela. Y con él, el debate y la incertidumbre. Si llegó con carácter provisional o permanente (principal motivo de incertidumbre), una de las disyuntivas de estas horas gira sobre el género que tendrá ese «neochavismo»: ¿uniforme verde oliva o guayabera caribeña? ¿Se tiñe del ala más militarista, que hoy controlaría Diosdado Cabello, reelecto el sábado al frente de la Asamblea Nacional (y así, segundo en la sucesión), o luce el ropaje más civilista pero entretejido con Cuba, representado por el canciller Nicolás Maduro, actual vicepresidente en ejercicio de la presidencia? ¿Cuál de esas facciones retiene el control político?
Ni la una ni la otra, sino las dos, pareciera. «De enfrentarse ahora internamente, comenzarían su antropofagia casi antes de empezar», responde a Ámbito Financiero, Alfredo Maldonado, editor de Analítica Venezuela. «Sería suicida entrar en este momento en rencillas», responde, a su vez, Roberto Hernández, un hombre del núcleo chavista, titular del CELARG (Centro de Estudios Latinoamericanos Rómulo Gallegos), y quien no descarta que esas «internas» lleguen, pero «más adelante, no en este momento tan especial», agrega.
Cáustico fue el comentario del sociólogo y periodista Jesús Torrealba a este diario: «No estamos frente a una disyuntiva, porque ambos son igualmente militaristas y autoritarios. Quizás el pasaporte de Cabello tenga menos sellos de entrada por La Habana, pero ambos conforman un Gobierno futuro de segundones que reemplazará, como mejor pueda, a un hiperpresidente», explica. «Y podrán hacerlo por una simple razón: enfrente, la oposición anda desrumbeada, sin liderazgo, con Henrique Capriles atrapado en su timidez y prudencia, y con una Mesa de Unidad que aún no se repuso de la derrota del 7 de octubre», dice.
Mientras tanto, algo ya estaría claro dentro del neochavismo con Chávez «in absentia». Es la interpretación de la Constitución bolivariana para el traspaso de mando del 10 de enero, día en que Hugo Chávez debería jurar su cuarta presidencia. «La Constitución del 99 no previó la extraña situación de un presidente reelecto que por circunstancias ajenas no puede asumir», dice Hernández, uno de los analistas que más transita los canales de televisión del oficialismo venezolano.
«El jueves 10 no habrá ceremonia de traspaso, y si juramenta ahora o después, o frente al Tribunal Supremo de Justicia, es secundario: Chávez sigue siendo el presidente hasta 2019, porque su ausencia no es absoluta, ni renunció, ni se le revocó el mandato». Y sentencia que «la Constitución bolivariana dice que la voluntad popular (Chávez fue reelecto con el 55% de los votos) debe prevalecer sobre formalismos aparentes». Así, todo continuaría como hasta ahora, con Chávez en La Habana y con Maduro a cargo de la presidencia y ungido por el comandante como su sucesor. Y con Cabello en gateras desde la Asamblea Nacional.
Por su parte, el consultor en temas de opinión pública Jesús Seguías (presidente de la encuestadora DatinCorp, una de las pocas que acertó los resultados de las últimas elecciones), ve a Maduro como el «ungido» y «consensuado» sucesor del bolivariano. Señala, no obstante, movimientos nuevos en el chavismo sin Chávez, que «nunca tendrá la misma fortaleza» que con su líder al frente. «Las bases chavistas no están con Cabello; quizás lo estén un tiempo con Maduro, pero sólo porque Chávez lo ungió», dice a Ámbito Financiero. «Aunque lo entrenen, nunca Maduro, un político soso, logrará el carisma de Chávez», añade.
«Venezuela está montada sobre una operación de suma cero», continúa Seguías. «El chavismo sabe que necesita entenderse con la oposición y la novedad es que está abierto al diálogo». Seguías explica que Maduro viene conversando con Acción Democrática, uno de los partidos que conforma la opositora Mesa de Unidad, sobre la posible liberación de los presos que la oposición considera políticos. También recuerda que en declaraciones del fin de semana, el propio Cabello empezó a tener mayor deferencia con la oposición, al referirse a «parte de la oposición golpista», y no a toda en su conjunto, como es habitual desde el discurso chavista.
Hay más: Maduro hasta admitió que Caracas había reanudado conversaciones con Washington para restablecer el intercambio de embajadores entre ambas capitales. Una suavización en los prolegómenos chavistas que acompañaría, según indica el titular de DatinCorp a este diario, al dato de que hace varios meses que no se anuncian más expropiaciones. «Para expropiar se necesitan las espaldas políticas de Chávez», dice.
Para Seguías, la oposición todavía no cayó en la cuenta de que «su problema no es electoral, sino la falta de llegada, de conexión con los sectores populares, mientras que sus dirigentes siguen en proyectos personales». «Ésa es hoy la gran diferencia: si se llamara a elecciones inmediatas para definir la sucesión presidencial, el chavismo tiene a Maduro de candidato, mientras que en la oposición, desconcertada, ya se asoman Antonio Ledezma y Ramón Aveledo» en el escenario que hasta ahora tenía a Capriles como único referente.
Las elecciones, si el chavismo quiere salir beneficiado, según Jesús Seguías deben hacerse cuanto antes «para aprovechar la estela de los triunfos electorales del 7 de octubre y del 16 de diciembre». Pero también porque, de acuerdo con estudios de DatinCorp, sólo el 12% de los chavistas se identifica con Chávez por razones políticas e ideológicas. El resto se conecta con el «comandante» a través del plano emocional, desde el carisma. Y eso es lo que hoy por hoy no tiene Maduro, el líder del chavismo sin Chávez.
Fuente. Ámbito