Oziel Salinas H.
AMLO tiene muchos adeptos que lo siguen con entusiasmo cuasi religioso; lo que les diga, lo siguen al pie de la letra. Los disturbios del 1 de Diciembre en la capital lo ven – algunos – como algo parecido al Jueves de Corps (1971), lo que se llamó “el halconazo”, que ocasionó la renuncia de Martínez Domínguez, entonces Regente de la ciudad. Es descabellado hacer esa comparación, ya que aquél lejano día hubo un ataque de parte de la policía del D. F. El de ahora fue al revés.
En aquel evento, llegaron camiones repletos de policías vestidos de civil; elementos de la Policía Judicial, quienes, armados con palos, arremetieron contra los manifestantes golpeándolos con saña y remitiéndolos a no sé dónde. De éste hecho se desprendieron varias hipótesis, algunas asegurando la existencia de “muchos muertos”; ninguna acompañada con pruebas; semejante a los sucesos de 1968 en Plaza de Las Tres Culturas, de los que fui testigo.
Igualmente, hablan de “cientos de desaparecidos” sin proporcionar nombres. Así son los chilangos.
Después de éstos dos hechos lamentables, AMLO ingresó al PRI, del cual fue dirigente estatal en Tabasco; aceptó (del PRI) el cargo de Director de Asuntos Indígenas en el Gobierno local; más tarde se separó para contender al Gobierno del Estado por el PRD, donde perdió con Madrazo; lo que ocasionó su primera llamada a descalificar organismos. Hasta cerró accesos a pozos petroleros.
Ahora lo hace en toda contienda que participa, sin importar cifras, procedimientos o actuaciones.
En ese tiempo no había teléfonos celulares que filman todo; pero vemos ahora a fanáticos que comparan ambos hechos; vano intento, porque son distintos; ahora vimos agresiones contra los cuerpos policíacos que no portaban ni siquiera toletes; fueron agredidos con saña por una multitud de activistas rabiosos y destructivos, gritando consignas usadas por AMLO en sus mítines.
Lo sucedido en las calles del D.F. el 1 de Dic. fue al revés de lo que pasó en aquél lejano “halconazo”; aquella vez se trató de una acción policíaca, mientras que el suceso de ahora fue un ataque multitudinario a cuerpos policíacos; lo vimos millones de personas; había cientos de fotógrafos – de prensa o civiles – que captaron los hechos; las pruebas son incontrovertibles.
Quizá algunos detenidos sean inocentes, eso lo decidirá el juez de la causa, me queda claro que aquí se trató de gente que planeó el vandalismo; iban con el rostro cubierto con paliacates; lanzaron un camión de volteo contra el cerco metálico sin saber que podría haber personas detrás; luego vino el pillaje de tiendas, quebraron todas las vidrieras de edificios comerciales, hicieron pintas en fachadas; destrozaron bancas y monumentos en Alameda Central; algunos, fueron detenidos en flagrancia por elementos de seguridad de la ciudad.
Hay quienes se quejan de que algunos policías iban vestidos de civil; no vi eso; aunque no hay ley alguna que lo prohíba; hasta un civil que no pertenezca a cuerpos policíacos puede detenerlos, según marca la ley. Es aventurado, fantasioso, pensar que ambos sucesos son iguales; aquí hubo miles de cámaras que captaron los actos vandálicos.
Eso es lo que está cosechando AMLO con sus discursos plagados de extrema rebeldía, muy alejados de su “república amorosa”. Como es costumbre, descalifica a autoridades; no azuza a las multitudes directamente, pero los ataques a policía, edificios y calles éste 1 de Diciembre, son consecuencia de sus farragosas arengas. Eso lo va distanciando de la sociedad.
Nunca lo he visto llamar a la cordura ni condenar disturbios, aunque sean de parte de vándalos; sólo ve “víctimas” de autoridades, consideradas por él como “corruptas y represoras”; lo veo siempre descalificando todo, nunca un llamado al buen comportamiento; ve sólo “víctimas del Gobierno represor”; su palafrenero Monreal inventó un muerto por la acción policíaca en su discurso ante el Congreso; un muerto que deseaba sucediera. No me queda duda; AMLO va en caída libre.