Por: Omar Elí Robles
Hasta hoy, la única responsabilidad de Rodrigo no radica en lo que hizo.
Sino en lo que no hizo.
Desde el primer día pareció un Mandatario cercado.
Cercado por la inseguridad que le heredó Natividad… por la cultura de la opacidad, de la penumbra y de la impunidad.
Rodrigo Medina arrancó su mandato con la sombra de una competencia cerradísima, en la que su triunfo estuvo marcado por apenas 80 mil votos de diferencia, en un universo de un millón y medio de sufragios.
Y vinieron los golpes, sin luna de miel…
En esas circunstancias, lo que no hizo fue imponerse.
Parece que ese no fue su estilo.
Tampoco hizo el intento por enderezar la imagen maltrecha… no hizo el intento por llegar a los círculos rojos de la decisión y de la expresión.
Hoy es allí en donde tiene sus más graves problemas de aceptación.
No tendió puentes hacia los grandes empresarios locales.
Todo ello se ha conjugado en tres años para tenerlo abollado… señalado… acotado…
De repente es un hombre solitario con una misión enorme y trascendente.
En días recientes, pareciera que el Gobernador se dio cuenta de su problema, y comenzó a caminar en dirección que antes no había seguido.
La austeridad y la autoridad.
Sabe que eso le hace falta a su gobierno.
Pero los puentes hacia los grandes hombres de empresa se vuelven quebradizos.
¿Se puede empezar a edificar ahora… a medio camino?
Peor es que nunca lo haga.
Ya nos tocaría saber de qué cosas es capaz es este gobernador.
Ya tocaría…