Por: Omar Elí Robles
Los expertos en administración pública, creen que la corrupción es un fenómeno, un mal imposible de borrar de nuestra sociedad y de nuestras autoridades políticas.
Ellos sitúan en un 2 por ciento el límite ideal de lo que debiera dedicarse a ello.
Un máximo del 7 por ciento.
Y del 10 por ciento en adelante, la estabilidad sufre… no se cumplen compromisos y las arcas se tambalean.
Pero… ¿Qué pasa cuando ese porcentaje anda por encima del 25 por ciento… o que inclusive llega al 30?
Ello hace que cualquier administración truene.
No hay recursos que alcancen.
Mire, ese dinero se cuela porque en la obra pública, por ejemplo, el dinero destinado se reduce… lo que alcanzaba para tres puentes, alcanza para dos, porque el costo del tercer puente se destina a corrupción.
En cuestión de proveedurías es lo mismo… solamente hay capacidad de obtener dos terceras partes, porque lo necesario para esa tercera parte que falta, se destina a corrupción.
Y así… hay cosas que no pueden dejar de comprarse, pero no se tiene el dinero porque ese dinero se fue a la corrupción.
Así se hacen los grandes déficits…
Mire usted las administraciones municipales… mire a la administración estatal.
En donde hay crisis terribles, es que hubo corrupción.
No hay de otra…
Bajar esos índices, bajarle a la ambición es vital.
No hay cuentas que cuadren.
Hay que dejar la talega de oro en paz.
Hay que hacer más… hay que pagar más… y si se quiere ser corrupto, sujetarse a esos porcentajes que la decencia y la expertiz demandan.
No hay de otra…