Oziel Salinas H.
Los flamantes “morenazos” están dispuestos a seguir de nuevo al Mesias sureño.
Con inusitado fervor acuden al besamanos del ácrata sin comprender a cabalidad su inconsistente modo de dirigir las masas; su MORENA huele a más de lo mismo, un enema cuyo bitoque no cambia, por más que se inventen nombres rimbombantes.
Es la misma mafia, los mismos fraudes, el PRIAN, la compra de votos, la imposición, los monopolios; la misma gata, revolcada y variopinta. Todo igual: receta para fanáticos.
Pero cuentan mal; una cosa es haber votado por el “Salvador de la Patria” y otra quienes participarán – sin pero alguno – en la nueva aventura política del “Peje”, dejando de lado el PRD.
Los “chuchos” también cuentan, pero negativamente, la ecuación – por tanto – no es correcta.
Sus “fans” representan el voto duro del “lopezobradorismo”, el de la negación per se.
Su líder lleva cuatro elecciones perdidas, y en rodas ha impugnado el resultado; acostumbra desconocer a los organismos que revisan y controlan elecciones, aun sabiendo que son guiados por gente del pueblo escogida al azar, bajo leyes previamente apoyadas por todos los partidos.
Pelea, insiste, se dedica, hace campaña, propone, pero al final, manda al diablo las instituciones.
Es, con mucho, el mayor anti demócrata por mi conocido; impone su criterio, no respeta a quien opina distinto. Su MORENA es producto del odio y la desesperación. No veo en él una sola autocrítica y sí, una desenfrenada crítica al sistema democrático que tenemos.
Una cosa son sus fans y otra la realidad numérica; subimos el más y aparece el menos; no contienen las cifras. Hay dos clases de seguidores de las izquierdas, los “morenos”, dispuestos a negar lo emanado de instituciones y autoridades, y los “amarillos” quienes acatan leyes y están dispuestos al diálogo y la negociación, elaboran acuerdos. Así es la tarea democrática; se gana o se pierde.
Hay muchos perredistas que piensan diferente; estamos hablando del Partido que encabezó las acciones de AMLO en la contienda, quien usó la franquicia y luego la desconoce, la abandona y desprecia. El “Peje” usó al PRD; ahora, simplemente, lo manda al cesto de basura.
El gurú tabasqueño lanza por un tubo a sus antiguos correligionarios.
Olímpicamente, desecha a quien lo apoyó con toda su fuerza, su membrecía y trabajo electoral.
¿Acaso eso no cuenta? Porque según mi contabilidad representan, cuando menos, la mitad de sus votos, no los inciertos números con que nos retan ahora. Amenazan con el petate del muerto.
Veo una ecuación desatinada; una mala premisa; no es lo mismo ir atrás que en ancas.
Los catequizados seguramente seguirán al pie de la letra las absurdas consignas del Iluminado.
Hablan de “más de 16 millones” que por él votaron; creen fanáticamente en lo que dice; no separan los duros de los maduros, el líder proyecta y define lo que hay qué hacer; y éstos, religiosamente están dispuestos a apoyarlo en su nueva aventura electoral.
Es una buena cifra los votos recibidos, pero no todos manifiestan haber seguido ciegamente sus propuestas de “salvación del país”, o su esfuerzo por quitarnos del mal a quienes forman parte de “la mafia que maneja México; la que impuso a Peña Nieto para seguir robando al pueblo” (sic)
Los números, en la política, son los que cuentan; si no se está de acuerdo, es porque los dígitos les fueron adversos; no veo otra manera de manejar las cifras.