Carlos Ravelo Galindo, afirma:
Coloquialmente en nuestro país se le llama Cochupos a la corrupción galopante entre las autoridades y los particulares. Hasta la fecha nadie, del signo que sea, ha logrado desterrar esa maña nacido, acaso, en tiempos de “mi” general Obregón: “Quién aguanta un cañonazo de cincuenta mil pesos”. A partir de entonces nada en nuestra política es definitivo, excepto, naturalmente, quedar afuera. Hoy, como cada sexenio acontece, quien llega mueve las fichas para convencer de que se va a poner fin a la podredumbre, a la que por desgracia ya casi, casi, estamos acostumbrados. Efectivamente don Enrique pide al Congreso crear la figura de una comisión nacional anticorrupción, organismo cuya función sería el combate a las conductas deterioradas en todos los niveles del gobierno. Pretende con ello, previas las denuncias ciudadanas, sanear la putrefacción que, como herencia, han dejado las anteriores administraciones gubernamentales. No nos referimos a las dos últimas –“guardo lo que tengo, y soy rico, porque temo volver a ser pobre”–, sino a muchas anteriores. Suenan aún por ahí frases, paradigmas de autoridades ya idas, como “La solución somos todos”, para no mencionar la corrupción, o “El bienestar para la familia” ¿de quién? Es latente todavía la frase que don Felipe pronunció: “Para Vivir mejor”, ¿cuál partido político?, en su recepción hace seis años. Y también su dicho al término de su itinerante despedida con inauguraciones a toda velocidad que “la corrupción prevalece en las instituciones de este país” como fundamental testigo complaciente conocedor del deterioro. Prudente sería recordarle que ni él y menos su dichosa secretaría de la función pública, a desaparecer por inútil, hicieron algo por combatirla. Menos por erradicarla, pues en política la lealtad dura solo mientras conviene. En palabras más sencillas: en política no hay lealtades, sólo intereses.
No dudamos de la buena voluntad de quien llegará el primero de diciembre. Y menos que quiera, en efecto, desterrar la descomposición, la depravación, el descarrío, el desenfreno, el vicio. Vaya la perversión que aflora en cada sexenio, como se tiene presente y latente en este lacerado México. Tiene razón en querer enmendar este renglón que lo toca, en lo particular, con gente muy próxima a él. Al menos su intención es sana. Pero, como todos sabemos enfrentará un grave problema al nombrar a los integrantes de dicha comisión. Si son de su confianza serían también juez y parte. Hay un dicho al respecto:”quien parte y re comparte, se queda con la mayor parte”. Deberá encontrar gente sana, limpia, inmune al contagio de la maldad y firme en el auxilio de esta población inerme a tanta desfachatez oficial. No de uno, sino de los tres Poderes. Nos referimos al Ejecutivo, al Legislativo y al Judicial. Quién del pueblo no podrá levantar el dedo para, con pruebas, denunciar mil y una tropelías de sus integrantes. O de muchos, empresarios, industriales, comerciantes, que para obtener prebendas no tienen ética ni moral para corromper. Necesariamente debemos estar muy pendientes, todos los que somos contribuyentes, de cómo se emplea nuestro esfuerzo. Los culpables deberán ser exhibidos, y que reciban el castigo como el infeliz que roba un pan para aligerar el hambre de su familia. Bienvenida esta Comisión. Que devuelva la confianza perdida. Que de verdad, sirva de algo. Y no para alguien.