Ayer lunes, algunos despistados todavía se volcaron a las tiendas para aprovechar las últimas ofertas del “Buen Fin”. Más que ofertas, fueron a recoger lo poco que quedó en los anaqueles. Durante este fin de semana largo, ya muchos se encargaron de escoger lo más rescatable de las ofertas. Lo que quedó fue más bien lo que nadie quiso.
Ya desde el domingo, organizaciones de comerciantes anticipaban que la venta fue un éxito. Se habla de un incremento de alrededor del 50 por ciento sobre las ventas del “Buen Fin” en el 2011. Hay que apuntar aquí que si hubo tal incremento en ventas, también hubo un incremento en comercios que se sumaron al proyecto. No será sino hasta dentro de unos días cuando se sepa qué tan exitosa fue la venta.
Es verdad que el “Buen Fin” entusiasmó a muchos, entre clientes y comerciantes. Pero antes de echar las campanas al vuelo, hay que reconsiderar hasta qué punto el “Buen Fin” es un verdad un maratón de ofertas reales, o sólo un éxito publicitario.
El arranque fue un poco irregular, porque hubo algunos comerciantes que iniciaron poco antes sus ventas. Esto no tiene mayor importancia, al menos para los presuntos beneficiados: la clientela. Pero hubo algunos detalles bastante sospechosos, sobre todo en tiendas departamentales. Se habló, sobre todo en las redes sociales, que un día antes de las ofertas, desaparecieron las etiquetas de precios en muchos productos, y casualmente, dejaron de funcionar los checadores de precios que suelen instalarse para uso de la clientela. Esto no indica otra cosa que un reetiquetado de emergencia, y queremos suponer que con precios a favor del cliente… o al menos ese era el objetivo.
Pero lo que añade sospechosismo a esta operación interna de algunos comercios, fue que también desaparecieron productos de los anaqueles. Hubo hasta fotos subidas a la Red, en donde se ofertaba la impresionante rebaja de ¡un peso! Pero en general, las rebajas que al final se promovieron fueron buenas, porque cualquier ahorro en bueno, pero no tan atractivas para un eventual comprados.
Todo esto son detalles pueden incluso ser insignificantes, porque es la publicidad genérica del “Buen Fin” la que llevó a los compradores a los comercios, y no necesariamente las ofertas concretas.
De los resultados de este programa, podemos anticipar que no hay todavía suficiente coordinación entre los comerciantes para ofrecer verdaderas ofertas. Algo que sí signifique un verdadero ahorro para la clientela, y que no represente una pérdida para el comercio, aunque se reduzca la ganancia.
Pero la realidad es que los comerciantes en México se resisten a reducir sus ganancias. Prefieren entrar al juego de las ofertas engañosas, limitar los productos ofertados, y sacar los de menos calidad. Se olvida rápido que el “Buen Fin” nace con un doble propósito: impulsar el comercio nacional y favorecer la economía familiar. Si se escatima la la oferta, también se escatimará la demanda. Y si se quiere convencer a los mexicanos que le conviene más comprar en México y no en las ofertas de los comercios estadounidenses, se debe dar al “Buen Fin” menos publicidad y más eficiencia.
Como sea, muchos compradores no tienen la posibilidad de viajar para aprovechar el “Viernes Negro”. Son clientes cautivos. Para captar en México a los compradores tránsfugas, primero hay que convencerlos que el “Buen Fin” es tan buena o mejor opción que el “Viernes Negro”. Pero falta mucho para que eso suceda, sobre todo, falta mucha confianza en el comercio nacional.