La Iglesia Católica es una de las instituciones más respetadas en México. Aunque su misión es espiritual, desde hace siglos también ha intervenido en el orden social, a veces para bien, y a veces muy desafortunadamente.
México se ganó hace más de un siglo el derecho a excluir a la Iglesia de los asuntos del gobierno. No fue un mero capricho, fue una necesidad. Antes de eso, la religión Católica monopolizaba la fe, pero además intervenía en asuntos de estado, normalmente aliada con grupos de poder y bastante alejada del pueblo.
Pero a estas alturas hay que ser un poco tolerantes con los ministros católicos. Por lo menos ser lo suficientemente honestos como para reconocer cuando sus posicionamientos son adecuados, aunque parezcan invadir la esfera de la política nacional.
Hay que comprender que la naturaleza de su ministerio es también social. No sería de ninguna manera piadoso ni cristiano tolerar situaciones sociales injustas. Ni a un ministro de cualquier culto, ni a cualquier ciudadano, se le debe perdonar que calle ante la injusticia.
Por eso hay que reconocer la valentía del mensaje de la Arquidiócesis de la Ciudad de México. Este domingo, a través del semanario “Desde la fe”, se hicieron afirmaciones duras, pero casi todas incuestionables. Por ese medio, la Iglesia Católica denuncia la corrupción que existe en el sindicalismo mexicano. Llama a las cosas por su nombre. No duda denunciar los liderazgos sindicales eternizados, inmorales y corruptos. La Arquidiócesis de México enfatiza en que el sindicalismo está secuestrado por esos liderazgos.
Claro que todo esto se inscribe en la polémica desatada por la Reforma Laboral, ahora en la cancha de los diputados federales. Como era de esperarse, el PRI, cargado de viejos clientelismos con sindicatos, amenaza con bloquear lo relativo a la transparencia y democracia sindical. Lo dejaron pasar en la Cámara de Senadores, pero podría no avanzar más.
Ignorar el tema del sindicalismo en la Reforma Laboral, haría que se perdiera la oportunidad única de oxigenar la las organizaciones de trabajadores en México. Retrasaría, y quién sabe por cuánto tiempo más, la oportunidad de modernizar al sindicalismo, y sobre todo de regresar a los trabajadores el control de sus gremios.
Pero a la resistencia del PRI y sus satélites en tocar este tema, se añaden además acciones ya anunciadas por las organizaciones sindicales, que irían desde protestas hasta paros. Claro, esto último orquestado desde las satrapías de sus inamovibles líderes.
Lo obvio es que pocas o nulas las voces de la base sindical se han manifestado por renovar realmente sus organizaciones. Con esto, la denuncia de la Iglesia Católica quedaría como la prédica de San Juan Bautista, siendo la voz que clama en el desierto. Así, ni cómo ayudar a los trabajadores.