Ahora resulta que a la CTM no le interesa controlar el sindicalismo de los burócratas de Guadalupe. Eso dice el líder estatal de ese gremio, Ismael Flores. Si es verdad lo que dice, el líder de la CNOP, Héctor García, estaría viendo “Moros con tranchete”. Pero es difícil creerle al líder de un gremio que ha sentado sus reales en ese municipio conurbano, y que además fue una pieza clave en la operación electoral en las pasadas elecciones.
Es posible que no exista un interés inmediato de invadir los espacios cenopistas. Y es posible que sea positiva la creación de nuevos sindicatos en Guadalupe. Pero lo que es increíble es que la CTM comparta sus feudos… Ni la CNOP.
Pero este pleito doméstico entre centrales obreras en Guadalupe, pasa a segundo término con otra de las atinadas declaraciones del cetemista. Ismael Flores, líder de un sindicato de base popular, dijo que el aumento a las tarifas del transporte urbano es inevitable. Dijo que los aumentos en los insumos de las empresas transportistas, hacen necesario el aumento. En pocas palabras, nos están anticipando que, hagamos lo que hagamos, las tarifas van a aumentar.
Es curioso que se empiece a manejar el tema desde octubre. Normalmente esta farsa de las declaraciones se inicia en diciembre… fines de noviembre cuando más temprano. “Calentar la plaza” desde ahora, sólo puede significar que no habrá piedad para la economía familiar.
Ante todo, debemos tomar las cosas de quien vienen. La opinión de Ismael Flores sobre el tema es irrelevante desde el punto de vista popular. Hay que comprender que la CTM es también una empresa de transporte. Su líderes se han insertado en esa y otras empresas. Ya no son representantes populares, son simplemente empresarios.
Es una contradicción, porque se supone que los líderes sindicales son representantes de los trabajadores. Pero en realidad son empresarios, y en cuestiones coyunturales, siempre tomarán partido por sus intereses. De hecho, los líderes sindicales de primer nivel, representan a los trabajadores, pero no necesariamente trabajan. Y ni hablar de los ingresos que perciben por hacer lo que hacen: no se comparan ni lejos con los ingresos de sus representados.
Por eso no se puede pedir sensibilidad social a personajes como estos. Más ahora que están muy atentos a lo que suceda con la reforma laboral. La transparencia sindical que rechazan, parece asustarles más a los líderes que a los agremiados.
Por lo pronto, la única esperanza que les queda a los usuarios del transporte está en el Congreso del Estado, si es que se atreven a legislar sobre el transporte como deben hacerlo: para proteger a la economía familiar. O bien, que el Gobierno del Estado se ponga enérgico y no autorice ningún aumento si los empresarios no mejoran realmente el servicio, el pésimo servicio que prestan.
Aunque, creo que como siempre, nos tragaremos nuestra esperanza.