Por Oziel Salinas:
En las cárceles (reclusorios) del país ha habido muchas fugas de reos (internos) que desnudan la verdad en el sistema carcelario del país: hay confusión en los mandos de ese desconocido mundo de quienes están a cargo de éstos planteles de educación de la delincuencia.
¿Confusión o caos? Las dos cosas. A su vez, existe una red tenue, casi invisible, que demuestra la podredumbre existente entre quienes están a cargo de combatir, matar, detener y encerrar a aquellos que se dedican a matarse entre sí, matar a quienes los persiguen, además de chantajear, secuestrar y desaparecer ciudadanos.
La guerra de Calderón, bautizada así por él mismo, muestra muchas fallas en cuanto al protocolo que tienen que seguir quienes a diario combaten contra el hampa.
Impera el desorden, la falta de comunicación entre los distintos niveles de Gobierno; no hay programas definidos sobre lo que les corresponde hacer a cada quien; hay ausencia de enlaces en todos los estamentos que controlan, o más bien tratan de controlar esa perniciosa plaga.
Preocupa a muchos que hayan salido por la puerta principal de los penales de Durango, Tamaulipas, Nuevo León y ahora Coahuila, cientos de condenados; recordamos que en la cárcel de Durango existía un grupo de malandrines que salían por las noches, con la anuencia de la Directora del Penal, a matar gente en la vecina ciudad de Torreón, regresando después a su “morada protectora”.
Pareciera una novela de terror, pero es la horrorosa verdad.
Respecto a la procuración de justicia, no existe interacción entre quienes están a cargo del ramo.
Se nota la necesidad de que los ministerios públicos tengan autonomía en su ejercicio.
El sistema judicial, es decir, quien debiera dedicarse a dictar sentencias condenatorias, le “hace al Tancredo”, soltando a quienes no debiera; liberándolos, arrastrándolos a seguir delinquiendo.
Cuando los encargados de atacarlos los detienen o matan, resulta que ya habían sido castigados, pero los “justicieros” los habían liberado, para que continúen matando, chantajeando, secuestrando.
¿Por qué dejan las autoridades superiores que sucedan éstas cosas? ¿Por qué no se avanza en el combate a la corrupción, la impunidad y la ilegalidad “oficial”?
Matan capos importantes y les desaparecen sus cuerpos al tiempo que los voceros oficiales se vanaglorian por los hechos, pero olvidan identificar plenamente a los cadáveres.
Mucha propaganda y escasa procuración de justicia; mientras el país está en jaque.
No tenemos estadísticas confiables para saber quiénes han muerto y quienes fueron en vida.
No sabemos el número y la identificación de los desaparecidos; no hay censo de nada.
La verdad es que existe una constante de incapacidad, de negligencia, de opacidad.
¿Cuántos y quiénes están secuestrados por el hampa? Nada se sabe; es un misterio; sólo datos incongruentes o equívocos; se mata a malandrines y de chiripa sabemos de quién se trataba.
En fin; esperamos que el nuevo Gobierno ponga de inmediato las cosas en su lugar; que haya claridad tanto en quienes atacan al crimen organizado, como en quienes son – por consecuencia -muertos en las batallas callejeras.