La pequeña rebelión doméstica en Guadalupe es un buen indicador de cómo está la administración municipal. El que la burocracia se enfrente al cabildo y al alcalde, es sólo una pequeña muestra de que las cosas no marchan bien en este municipio. Sería fácil culpar al presidente municipal sustituto, pero esto tiene más de fondo y mucho más de historia.
La crisis burocrática apenas es uno de los problemas que recibirá en breve el alcalde electo César Garza Villarreal. Mejor dicho, uno de los problemas que ya tiene, pues en la transición, sobre todo entre similares partidistas, el próximo alcalde debe estar ya interviniendo en la administración municipal. Su opinión tiene un poco más de valor que una simple sugerencia.
La crisis burocrática es un conflicto interno baladí, en comparación de otros. Son sólo escarceos entre las fuerzas vivas que le dan consistencia al PRI en Guadalupe. Son ejercicios de poder y lucha por espacios. El reglamento que les preocupa podrá ser operativa y legalmente correcto, pero desbalancea el equilibrio de grupos, y eso no tiene nada que ver con la Justicia sino con los compromisos y el cobro de facturas.
Bueno, hablamos de facturas políticas, porque las otras, las que debe en buenos pesos el Ayuntamiento, se perfilan como incobrables, por lo menos a corto plazo. Esto es lo verdaderamente grave de la situación, y no qué central obrera controla a la burocracia.
Así empieza a pintar el panorama para la nueva administración guadalupense. No es bueno ni para los próximos funcionarios ni para los ciudadanos. La ex alcaldesa, y ahora senadora por Nuevo León, se fue para seguir trabajando por la gente, dijo ella. Pero por como están las cosas en Guadalupe, no hay que esperar demasiado de su trabajo legislativos. Es obvio que si no hizo un buen trabajo como administradora de la ciudad, tampoco lo hará como voz del pueblo en el Senado.
Pero si no debemos culpar del todo al actual alcalde, tampoco debemos ensañarnos en la senadora ex alcaldesa. Si bien no fue capaz de hacer un buen trabajo durante su gestión truncada por sus ambiciones políticas, tampoco tuvo mucho margen de maniobra. Los problemas actuales no aparecieron por generación espontanea en este trienio. Aunque fueron irresponsablemente abonados, esto es más bien consecuencia otras malas administraciones. Y si los panistas terminan su conteo de culpables incluyendo solo administraciones priístas, hay que recordarles que en el pasado también hubo alcaldes panistas en Guadalupe.
Claro que hay culpables, pero nos quedaremos con las ganas de que alguien los señale. El Congreso del Estado sería el responsable, y seguramente jamás lo hará. Finalmente la culpa real es que el propio sistema político excluye a los administradores profesionales y los sustituye por políticos. Ese es nuestro problema, en Guadalupe y en todo México. Porque nuestros políticos, contra lo que presumen, sólo hacen política, pero no construyen una nación.