Muchos de los grandes pioneros, exploradores y héroes realizan sus gestas en soledad, aunque acompañados por los anhelos de multitudes. En estos momentos, el héroe de moda se encuentra en el desierto de Nuevo México, un lugar en donde, cuenta la leyenda, se habría estrellado un alienígena y donde este aventurero busca la gloria elevándose en un globo de helio a una altura de 36 kilómetros para luego caer.
Mientras que el mítico Ícaro griego quiso elevarse hasta el sol, Félix Baumgartner busca caer del cielo, un Ícaro a la inversa cuya misión será no volar demasiado cerca del suelo.
¿Qué clase de biografía se necesita para querer ser el primero en elevarse más de 36 mil metros para caer superando la velocidad del sonido y aterrizar en medio del desierto? ¿Qué clase de mente puede mantener el control mientras cae esperando a que su traje no tenga fisura alguna y se despresurice generando su muerte?
Quizás nunca sabremos qué impulsa a los pioneros. Lo que sí sabemos es que Felix Baumgartner vino al mundo en Austria.
La ciudad que vio nacer a Felix, el 20 de abril de 1969, fue Salzburgo, más famosa por ser la ciudad de origen de Mozart. Enclavada en los Alpes, se ha convertido en el punto de partida de los XAlps, la mayor competencia de parapentes en el mundo.
Desde su niñez, tuvo muy claro que lo suyo era volar. Uno de sus héroes fue Joseph William Kittinger, piloto de la Fuerza Aérea de Estados Unidos que hasta ahora mantiene el récord del salto en paracaídas de mayor altura y quien ahora es su mentor para lograr su próxima hazaña.
Félix cuenta que de niño iba constantemente al aeropuerto a ver a los paracaidistas por horas y horas y constantemente se le podía encontrar trepado en un árbol, lo que era un buen pretexto para despegarse del suelo.
No obstante, tuvo que esperar hasta los 16 años para realizar su primer salto en paracaídas, y desde un principio se sintió como un pez en el agua. Por ello no es casualidad que en el brazo tenga un tatuaje que dice “Born to fly” (“nacido para volar”).
Saltos para el ejército
La forma que tuvo para garantizarse miles de saltos constantes y de manera más o menos económica, fue listarse en el ejército austriaco como paracaidista.
Esta etapa fue crucial, pues le dio la disciplina y las bases técnicas para convertirse en un gran paracaidista. No tardó mucho tiempo en formar parte del equipo acrobático de salto en paracaídas del ejército austriaco.
Cuando tenía 20 años, realizó su primer salto base, que es considerado uno de los deportes más peligrosos debido a que el practicante salta de una estructura fija: edificios, despeñaderos o torres de telecomunicaciones.
El riesgo de este deporte radica en que se tiene muy poco tiempo para abrir el paracaídas: si se abre antes, hay más riesgo de chocar contra la estructura debido a la cercanía; de tardarse demasiado, el paracaídas no se despliega a tiempo.
Por si esto no fuera difícil, hay que mantener una posición correcta a la hora de abrir el paracaídas, o este se puede desplegar asimétricamente, lo que puede ocasionar un resultado funesto.
Diez años después de que se enamoró del salto base, comenzó a romper récords en esa dífícil disciplina. En 1999 realizó el mayor salto base desde una estructura humana, al saltar de las Torres Petronas de Kuala Lumpur, que tienen una altura de 378 metros del suelo al techo y 451 metros con todo y antena.
Ese mismo año rompió otro récord al realizar el salto base de menor altura, 19 metros, desde el brazo del emblemático Cristo del Corcovado, en Río de Janeiro, Brasil.
Las aventuras de Felix continuaron de la mano del patrocinio de la marca de bebidas energéticas Red Bull. En todo ese tiempo fue adquiriendo el apodo Fearless Felix, Felix Sin Miedo.
En esa época saltó hacia el interior de una cueva en Croacia, entre mucho otros saltos de alto riesgo que fueron afinando su técnica y experiencia.
El paracaidismo siguió siendo la constante en su vida, pero dos años después decidió evolucionarlo y se convirtió en la primera persona en cruzar el Canal de la Mancha con un ala rígida de carbón.
Saltos en rebeldía
Una de las características del salto base es que los dueños de los edificios no siempre los autorizan, por lo que para lograr el salto base desde el edificio más alto de escandinavia, Felix Baumgartner se aventó en paracaídas desde un helicóptero, aterrizó en el techo del edificio Turning Torso, de 264 metros de altura, e inmediatamente realizó otro salto con un nuevo paracaídas.
Para 2007 se convirtió en la única persona en saltar de la torre Taipei 101, en Taiwán, la cuarta más alta del mundo.
Este singular personaje también es amante de los automóviles deportivos y, por supuesto, de las motocicletas. Otra de sus grandes pasiones son los helicópteros. Apenas en 2009, después de varios cursos consiguió su licencia de piloto.
Desde 2010, este Ícaro inverso comenzó a trabajar en el proyecto que hoy podría terminar con su vida o con la gloria de un nuevo récord, aunque ya tiene un espacio asegurado en el panteón de los grandes aventureros.
Más allá del récord, la hazaña de Felix Baumgartner tendrá un aporte invaluable a la exploración espacial.