Por Ilich Cuéllar:
De pequeño, conocí héroes que recorrían las canchas de futbol de nuestro país haciendo las hazañas más increíbles. Nombres como Carlos Hermosillo, Luis Roberto Alves «Zague», José Cardozo y Óscar «Conejo» Pérez quedaron grabados en mi memoria y en la de millones que los veían semana tras semana conduciendo a sus equipos a la victoria.
En los años recientes, en medio de balaceras, decapitaciones, levantones, fraudes electorales, «reformas» laborales, y demás torturas chinas que nos han infligido a los mexicanos, el fútbol se volvió una especie de chaleco salvavidas, que nos hacía olvidarnos de las penas. Ese chaleco ya se desinfló.
La dinastía (Televisa, ayudada desde hace tiempo por TV Azteca) que ha controlado la liga de primera división por más 50 años, ha provocado que el campeonato se vuelva una caricatura. Monopolización de derechos televisivos, acomodo de personajes serviles en los puestos de la FEMEXFUT, cambios de nombre al torneo y refundaciones mafufas, son las causas de la decadencia.
Los otrora equipos «grandes», Guadalajara, América, Cruz Azul y UNAM, responsables de las grandes glorias del balompié nacional, se han convertido en el hazmerreír de los demás equipos, viviendo del pasado. Las cosas están tan volteadas, que los equipos del norte (Tigres, Monterrey, Santos, y los simpáticos Xolos de Tijuana), son los protagónicos y quienes se han llevado el cetro los últimos años.
Pero esto no sólo se debe a los equipos directivos. Las aficiones en muchos puntos del país se han radicalizado y «argentinizado», quedando poco de las porras que gritaban «chiquiti bum» o «a la bio a la bao». Todos son cantos importados de Sudamérica y tal como en aquellos lares, no hay tolerancia al rival y se llora la derrota como si fuera la vida misma. El cóctel es explosivo si le agregamos la inutilidad de los árbitros y el contubernio de los gobiernos y delincuentes, para extender sus tentáculos sobre el deporte rey y lavar sus oscuros negocios.
César Luis Menotti, uno de los grandes entrenadores e intelectuales del balón de todos los tiempos, dice que el fútbol es cuestión y reflejo del ánimo popular. En México, pasa lo mismo. La liga es decadente, paupérrima, y no se ve para cuándo se arreglen las cosas. Los héroes se han ido y no tienen para cuando regresar.