Este lunes, el presidente calderón inauguró las instalaciones del Instituto Mexicano de la Radio en el Distrito Federal. En el evento hizo algunas observaciones que son dignas de considerarse. No porque las haya dicho el Presidente, sino porque corresponden a la necesidad de los ciudadanos de estar comunicados. En su mensaje, hay algunas palabras clave interesantes. Son definiciones importantes, que ojalá correspondieran a la realidad.
El Presidente dice, que la radio pública debe sacudir conciencias. De hecho lo hace, aunque no necesariamente en la medida que lo necesita la sociedad. Hay que reconocer que la penetración de la Radio es mayor que la Televisión o la Internet. Su alcance es mayor porque su recepción no se ve limitada por las actividades de quien escucha. Se puede escuchar radio prácticamente en cualquier lado, y con una variedad de aparatos receptores que pueden ser muy prácticos y económicos.
Algo destacado de la Radio es que estimula la imaginación. Al no tener referentes visuales, el cerebro recrea lo que escucha generando imágenes. Nuestros abuelos crecieron con esa habilidad innata, que fue estimulada y mejorada por escuchar la Radio.
Pero esto es sólo un poco de lo que puede hacer. La propia naturaleza de una emisión radial es importantísima a la hora de comunicar información importante para la sociedad, e incluso para que la propia sociedad interactúe. Esto precisamente hace que sea un instrumento inmejorable para funcionar como un instrumento educador y transformador de la sociedad. Sin embargo, hay que establecer una diferencia entre la Radio privada y la Radio pública.
Desde la infraestructura de comunicación del Estado, no parece haber mayor limitación que el estímulo para que se genere una buena programación. Si no hay dependencia con la comercialización, no hay obstáculos para hacer emisiones más amplias y ricas en producción.
Por supuesto, todo esto es posible con la inversión directa del erario. Cualquiera supondría que la competencia de la Radio pública con la Radio privada sería mínima. Sin obstáculos, la Radio pública sólo tiene la responsabilidad de mejorarse.
Esto suena muy bien como teoría, pero está lejos de ser así en la práctica. La programación no es tan buena, ni da señales de mejorar. El radioescucha prefiere la Radio privada, aunque en las estas estaciones el compromiso social se ejerza a voluntad de los concesionarios. Es cierto lo que dice Calderón, que el rating no importa, pero solo por la escasa o nula comercialización. Importa porque de nada sirve tener una Radio pública que nadie o muy pocos escuchan. Es bueno que se invierta en los medios de comunicación públicos, y sobre todo en la Radio. Pero no todo es dinero. Sobran compromisos en quienes dirigen esos medios, y falta una programación que realmente interese al auditorio. Y aunque la programación fuera excelente, ¿de qué sirve si la Radio pública en México es, en los hechos, prácticamente muda?