Las fiestas patrias de septiembre son los festejos más importantes de nuestro país. Desde que México se volvió independiente, los mexicanos han reservado una parte importante de su identidad para exaltar los valores sociales que nos identifican como nación. La Guerra de Independencia es una mera referencia, es un factor relevante, pero no es más que un mero pretexto para justificar ese orgullo patriótico, esa íntima y personal felicidad de sabernos parte de una enorme comunidad con objetivos similares.
Entre esos elementos de nuestro santoral patrio, destacan personajes que hemos considerado como ejemplares durante años. Los llamamos héroes, aunque en el fondo sabemos que fueron tan humanos como nosotros. La historia oficial no ha sido demasiado justa. Por necesidades, a veces políticas, ha destacado mucho los valores positivos e ignorado sus defectos. De alguna manera, al destacar el heroísmo, los ha vuelto inalcanzables para el ciudadano común.
Pongamos por ejemplo el caso del mismísimo “Padre de la Patria”, el cura de Dolores, don Miguel Hidalgo. Para empezar, su nombre completo era Miguel Gregorio Antonio Ignacio Hidalgo y Costilla Gallaga Mandarte Villaseñor. Esto es apenas una parte mínima de lo que no conocemos de don Miguel. Durante décadas nos mostraron la imagen de un hombre religioso, bueno, virtuoso y entregado a la causa de la Independencia. En realidad no era ni tan religioso ni tan virtuoso. Era aficionado al juego, no muy cuidadoso con sus votos, e incluso le apodaban “El Zorro”, por su astucia para evadir las reglas.
Tampoco buscaba la Independencia, sino regresar al trono al rey español Fernando Séptimo, por entonces preso de los franceses. Fue además responsable, aunque fuera por omisión, de una horrenda masacre de españoles en Guanajuato. Pocos saben también que cuando fue capturado por los realistas, sólo cambio de carceleros, porque los propios insurgentes lo llevaban ya preso y despojado del mando.
Otro héroe patrio destacado fue don Benito Juárez García. Su caso es curioso. Es cierto que logró darle cohesión a la causa liberal, tanto contra los llamados reaccionarios, como contra los franceses y finalmente contra los imperialistas. No se dice mucho de cómo se mantuvo en el poder, incluso poniendo trampas a Jesús González Ortega, quien por ley debía sucederlo.
En general, don Benito fue un hombre honesto, uno de los pocos presidentes que no amasaron fortunas valiéndose del cargo, pero no se dice que aunque fuera bajo condiciones políticas excepcionales, ejerció el poder durante 14 años, que hubieran sido más si no hubiera muerto al iniciar última gestión como presidente. Se puede decir que su permanencia en el poder fue positiva para la República, si no fuera porque México tenía desagradables antecedentes de personajes que se aferraban al poder, como Antonio López de Santa Anna.
Estos fueron nuestros héroes, y como ellos, los otros tuvieron también debilidades y fortalezas. Ni más ni menos que como nosotros. Y como nosotros, fueron también ciudadanos comunes, sin trascendencia histórica, los que lograron en los hechos y hasta con su sangre, que se concretara este país que hoy tenemos. Como aquellos ciudadanos anónimos, ahora nosotros somos los nuevos héroes, los que hacemos la Patria, los que somos la República. Y eso deberíamos recordarlo siempre, y no sólo en septiembre.
ENFOQUE MONTERREY en Radio Beat, 90.1 FM
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