La sucesión presidencial:
El mensaje de Felipe Calderón este lunes, no pudo ser más inoportuno para los ánimos postelectorales. Ante todo hay que aclarar que no fue un Informe sino un resumen. El verdadero Sexto Informe Presidencial de Calderón está en manos del Congreso de la Unión. Este jueves empezará su análisis. El mensaje de Calderón fue sólo un posicionamiento final de su gestión, presunción de avances que deberán ser sancionados por el Poder Legislativo. Y hay que aclarar, que a pesar de lo que digan los legisladores, los ciudadanos tienen su propia evaluación, sobre todo en el bolsillo.
Quitando todo eso que es más bien su muy particular visión de su propio gobierno, Calderón llamó también a solidarizarse con el próximo gobierno, señalando específicamente a Enrique Peña Nieto como su sucesor. Esto, por supuesto, despertó la polémica. Calderón provocó el inmediato repudio de la izquierda. Aunque hay que admitir que aunque se hubiera quedado mudo también hubiera recibido la rechifla de la respetable oposición.
En realidad no podemos ponernos demasiado quisquillosos. Es de rigor que el Poder Ejecutivo llame a la unidad en torno del próximo presidente, así se trate de un enemigo acérrimo. No es cosa de cortesía, sino de coherencia con la institución. Después de todo eso garantiza la continuidad del sistema político mexicano.
En estos momentos, la sucesión presidencial sigue teniendo muchas aristas. Todo lo que se divulgó ampliamente en medios y redes sociales durante las campañas y tras las elecciones, dejan mucho qué desear. El reciente dictamen del Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación, avala las elecciones, a pesar de que a ojos vistas se cometieron irregularidades graves. Esto pone también en evidencia que las leyes electorales no son adecuadas para el nivel de astucia de los partidos, ni los partidos son los mejor capacitados para intentar probar un fraude electoral. Para colmo, quedamos mal parados a nivel internacional: el soberbio sistema electoral mexicano no luce nada bien frente al de Panamá, que anuló elecciones por ubicar compra de votos.
Así que Enrique Peña Nieto llega al poder con una prioridad, muy por encima de de sus propuestas de campaña, de sus compromisos, y de sus propias ambiciones personales. Peña Nieto debe “lavarse la cara”, que no ha salido limpia de la contienda ni aún manejando un bajo perfil. No hay que perder de vista que aunque ganó las elecciones, como haya sido, no obtuvo mayoría de votos. Es decir, la mayoría de los mexicanos no votaron por él. Su prioridad no son ahora sus electores, sino precisamente esos que no lo eligieron. Necesita estabilizar de inmediato su posición como Presidente de la República. Esto lo puede entender cualquiera, y así lo entendió el actual presidente. Aquí ya no se trata de partidos sino del gobierno de México. Felipe Calderón no hizo más que dar un primer paso al llamar a la unidad en torno a Peña Nieto. Hay que reconocerle eso antes de lanzar la primera piedra.