Por José Francisco Villarreal:
Entre los nuevoleoneses, ya es bastante conocido el caso de los más de 175 mil juegos de placas robadas del Instituto de Control Vehicular. Se trata de un despojo que llevado a la libreta de débitos y haberes del erario, representa unos cuantos y jugosos millones de pesos. Pero si lo lleváramos a la cartuchera del crimen organizado, la ganancia ilícita sería mucho mayor. El valor intrínseco de las placas es prescindible. Los muchos más millones se recaudarían con la venta de autos robados, debidamente maquillados con sus flamantes placas oficiales y legales.
Por esto es completamente absurdo el resultado de la investigación que integró la Procuraduría de Justicia de Nuevo León. Según nuestros sherlocks y watsons reyneros, el único crimen organizado en este caso fue de los hermanos Santiago y Homero González. O sea: todo quedó en familia. Ni otros empleados y el ex titular del Instituto tuvieron qué ver en el robo.
Además, ya destripado el caso por los investigadores y con la destreza de un carnicero novato, las placas fueron vendidas como chatarra. Los consanguíneos genios del mal consiguieron la fabulosa cantidad de alrededor de 900 mil pesos por el robo. ¿Pruebas? ¡Claro!, las que quieran. Ahí están las fotos sacadas convenientemente de un teléfono celular asegurado a uno de los hermanos. ¡Ajá!
Por cierto, las fotos deben ser de una resolución extraordinaria. Sólo así podría comprobarse que son en verdad las placas robadas al Instituto, y si son TODAS las placas. Bien podría ser como las canastillas de frutas que nos ganchan con su exuberancia y frescura, y al coger la fruta, descubrimos que las de abajo son chicas, feas y podridas.
En el supuesto de que todo esto sea un montaje para minimizar un caso verdaderamente grave de corrupción, es comprensible que se oculten los números de serie de las placas. De otra manera quienes hayan comprado un auto “maquillado”, se darían cuenta del engaño. Para la sociedad sería escandaloso, y para las autoridades sería una vergüenza, en el supuesto de que la tengan.
Por donde quiera que se aborde la genial y expedita investigación oficial, suena a engaño. La insólita firmeza del gobernador Rodrigo Medina para combatir la corrupción entre sus allegados, acabaría en una triste llamarada de petate sin consecuencias. Y siguiendo en el supuesto del posible engaño, todo indica que igualmente saldrían limpios y albeantes de toda culpa (aunque no de toda sospecha) funcionarios del Cecyte, de Metrorrey, y todos los que usted guste añadir a la lista de sospechosos (si lo hace, busque una libreta gorda, por favor, y no use lápices del IFE).
Por lo demás, con esta investigación tan enjundiosa de nuestros detectives locales, se comprueba aquella máxima de que “La verdad os hará libres”. Con la salvedad de que sólo es ESA verdad, y la libertad es solo la de ESOS funcionarios.